Por la tarde del día 6, la reflexión se centró sobre la esperanza que, entendida como prolongación de la fe, es confianza en el futuro. Entendida de este modo, nos invita a centrarnos en la esencia del sentido de la vida humana y cristiana.

Una mirada a la rutina de la sociedad nos confirma que todos esperamos. Lo que esperamos procede de nuestros deseos. Esperar es una de las acciones más humanas, más repetitivas, que tienen que ver con la condición temporal de todo ser humano.

La esperanza cristiana es una esperanza con sentido. Nos lleva a convencernos de que los objetivos propuestos no se consiguen de inmediato, requieren tiempo y seguir un proceso. Lo que esperamos depende muchas veces de deseos humanos que hemos de convertir en deseos profundos. Esto exige, en primer lugar, conocer nuestros deseos, clarificarlos, organízalos jerárquica y realistamente, orientarlos hacia lo que Dios quiera proponernos.

La esperanza es la apertura a la llegada de un bien.  El contenido de la esperanza siempre es Dios. La esperanza tiene como rasgo principal la confianza, es la confianza en la presencia, protección y ayuda de Dios. La esperanza se diferencia de la fantasía, de las ensoñaciones. La esperanza exige y nos invita a pararnos, a vivir y actuar con sentido. Dios nos enseña y regala su amor, entusiasmo, gozo.

No es posible añadir días al tiempo de nuestra vida, pero sí podemos añadir vida a nuestro ser y actuar.

La esperanza viene a descubrir las posibilidades de Dios para nuestra vida.

Al finalizar la charla se nos plantearon algunas cuestiones para la reflexión:

¿Soy feliz con la vida que llevo? ¿Tengo y siento alegría en mi corazón? ¿Vivo reconciliada con mi pasado, con las personas? …

Hnas. Capitulares

II Capítulo Provincial – Provincia Rosa Santaeugenia