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COMENTARIO AL EVANGELIO – FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR 2024

2 enero, 2024

Mc 1,7-11

Navidad: tiempo de la progresiva manifestación de Dios

Hoy, con la fiesta del Bautismo del Señor en el Jordán, concluye el tiempo de Navidad. En el evangelio de Marcos se nos presenta este acontecimiento fundamental en la historia de la Salvación, lleno de misterio y asombro por el hecho de que Jesús, el Hijo de Dios, se coloca voluntariamente a la cola de los pecadores para recibir el bautismo de penitencia que predicaba Juan.

El tiempo de Navidad es por excelencia el tiempo de la manifestación del Señor: las primeras revelaciones a los pastores, a los magos, a Simeón y Ana, las manifestaciones de la vida pública en el bautismo de Juan en el Jordán, en la llamada a los primeros discípulos, en las bodas de Caná, en la multiplicación de los panes.

La meditación continua de la Palabra, en estos días, nos ayuda a entrar en el misterio del Dios encarnado en nuestra historia y reconocerlo presente en los acontecimientos de cada día, a fin de que nuestro corazón se abra agradecido al amor de Dios que nos mueve a acercarnos con sencillez a nuestros hermanos, ofreciendo con nuestra vida, alegría, fe, esperanza, amor, paz.

De la luz de Navidad a la luz bautismal

Con el relato del evangelio del día de hoy llegamos a la gran teofanía en el río Jordán. Jesús recibe el bautismo de Juan; apenas sale del agua, el Espíritu Santo lo inviste con su poder y su fuerza, en vistas a la misión que le espera: “vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco»

Jesús en su bautismo manifestó su divinidad junto a la humanidad encarnada. Él guiará a su pueblo hacia pastos fecundos, como dice Isaías 42, en la primera lectura: He puesto mi Espíritu sobre él, mostrará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país.

¿Cómo nos situamos en este misterio? La voz del Padre se ha dirigido a nosotros para llamarnos también hijas e hijos predilectos desde el día de nuestro bautismo. La filiación divina es el don más grande que hemos recibido y podemos afirmar con el apóstol San Juan: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues, ¡lo somos!” Jn 3, 1.

Una primera respuesta es dejarnos envolver por el amor del Padre, ser agradecidos a Dios y a tantas personas que nos han acompañado y confirmado en la fe. Escuchar la Palabra de Jesús y seguir su camino, dejando que el Espíritu entre en nuestra vida.

De la fe del bautismo al testimonio

La manifestación de Dios en Cristo es para todos los pueblos. Jesús inaugura el reino con una perspectiva universal, un reino abierto a todos sin excepción, pues todos y todas las naciones están invitados al banquete del reino.

La Iglesia asume el compromiso de irradiar a Cristo, luz del mundo, haciéndose en él, luz de las gentes, para la salvación de todos los pueblos de la tierra, anunciando el Evangelio a toda criatura (cf. LG 1).

La fe se convierte entonces en compromiso de vida para llegar a la donación total a Dios y al prójimo según el evangelio.

El Señor bendice a su pueblo con la paz:

Con las palabras del salmo responsorial oramos por todos los que sufren la atrocidad de la guerra y sus consecuencias. Hoy, la tierra de Jesús, Tierra Santa, está necesitada de paz. Volvamos a Dios para interceder y creer que el Señor quiere la paz para su pueblo y para todos sus habitantes. “De su plenitud, todos hemos recibido gracia sobre gracia” (Jn 1,16)

Hna. Mª Ángeles Figuls Maciá

Pcia. San Raimundo de Peñafort