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UCRANIA: MUCHO BIEN Y MUCHO MAL

29 marzo, 2022

Siempre es posible encontrar algo bueno en medio del desastre. La invasión del mal, que ha cubierto de sangre el suelo de Ucrania, ha suscitado mucho bien en forma de solidaridad con las víctimas y con los millones de refugiados que han abandonado su patria. Un ejemplo: las colectas que el pasado domingo se hicieron en la diócesis de Valencia a beneficio de los refugiados ucranianos y que se entregaron a “Caritas”, doblaron las cifras más altas de anteriores colectas hechas con motivos caritativos o eclesiales.

Una de las formas más tristes en las que se manifiesta el mal es precisamente bajo apariencia de bien. Ya la segunda carta a los corintios dice que Satanás se disfraza como ángel de luz, o sea, se aprovecha de nuestros deseos de hacer el bien para inducir a todos los que puede a hacer el mal. Las mafias (ya lo denuncié en otro post) están haciendo negocio (buen negocio para ellas, claro; malo para muchos otros) a costa de la necesidad ajena. No solo con materiales robados destinados a Ucrania sino, sobre todo, llevando vehículos a la frontera de Polonia con Ucrania para invitar a jóvenes mujeres y también a niños a subir a esos coches con destino a España. Los coches llegan a España, sí, pero para obligar a las personas que en ellos han subido a dedicarse a la prostitución. Conozco un caso ocurrido ya en España: dos personas se presentan en nombre de Cruz Roja y se llevan a dos jóvenes ucranianas, bajo el pretexto de ayudarles a encontrar trabajo. Naturalmente, un trabajo indeseable para las muchachas.

Se da también el caso (aunque aquí más que maldad quizás hay inconsciencia) de personas que van a hacer “turismo antropológico”. O sea, van en coche hasta Polonia, cargan el coche con personas necesitadas y las traen a España. Pero una vez en España dejan a sus pasajeros tirados en la calle. Hay mucha desorganización, y quizás sea inevitable. Pero es bueno saber esas cosas y denunciarlas, para evitar caer en trampas no deseadas. No basta con trasportar a personas; hay que saber donde se las va a dejar, hay que trabajar coordinados con instituciones que pueden acoger, alojar, ayudar, alimentar, procurar medicinas a las personas que llegan.

Por cierto, en Ucrania y en los lugares fronterizos donde se refugian los ucranianos que huyen de la guerra, no se necesita ropa. Tienen de sobra. Tampoco se necesitan alimentos. Lo que necesitan, lo que no tienen, lo que no hay en los campos de refugiados es medicinas y leche para niños.

Ojalá que pronto acabe esa tragedia. De buena fuente, como “Caritas”, oigo que muchas personas que han salido de Ucrania pretenden regresar a su patria en cuanto acabe esa guerra sin sentido.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: nihilobstat