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SIETE MUJERES, SIETE PALABRAS, UNA MISMA ENTREGA

6 noviembre, 2021

6 DE NOVIEMBRE – FIESTA DE LAS BEATAS HERMANAS MARTIRES DE LA ANUNCIATA

«La santidad no se improvisa. Parte de un deseo que Dios nos ofrece y está arraigado en el corazón de cada bautizado, aunque con frecuencia no seamos conscientes de ello. Son esas pequeñas cosas superadas día a día, la respuesta de fidelidad a la gracia, la vivencia sacramental, la vida sencilla, orante y contemplativa, exigente en la misión encomendada, que se hace entrega total, lo que va fraguando y acercándonos a Dios, misterio de Salvación. Nuestras Hermanas Mártires, lo mismo podríamos decir de todos sus compañeros del grupo, fueron fieles en lo mucho porque lo fueron en lo pequeño del día a día. Murieron perdonando, con gozo, con paz y serenidad. Su respuesta de fidelidad nos estimula a dar una respuesta. ¿Cómo? Cada una desde lo que es y hace y todas desde el amor, porque “nadie tiene amor mayor que el que da la vida por sus amigos” (Jn. 15,13)»

(Carta de la Hna. Ma. Jesús Carro Ferrero con motivo de la Beatificación de las Mártires, 2007)

En este día en que celebramos la entrega generosa de nuestras Mártires, recordemos a cada una de ellas, dejándonos interpelar por la Palabra de Dios, en la que fundaron sus vidas:

Hna. Ramona Fossas

“Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos”  (Juan 15,13)

La Hna Ramona Fossas tenía un carácter serio pero agradable, siempre solícita por el bien de los demás. Se la oyó decir: “Nunca  he pensado que pueda ser mártir, pero si me toca serlo lo seré de buen grado con el auxilio de Dios”.  Fue la primera en animar a sus hermanas y dar su vida por Jesucristo en aquel 27 de julio de 1936.

Hna. Adelfa Soro Bó

“Nadie me quita la vida, yo la doy por mí mismo” (Juan 10,18)

Con su forma de ser optimista procuraba alentar a las Hermanas más temerosas ante los acontecimientos que se sucedían aquellos años. Cuando la familia invitó a la Hermana Adelfa  a volver a casa, temiendo lo peor, ella les contestó que no, que si Dios la destinaba al martirio, lo aceptaba gustosamente.

Hna. Teresa Prats Martí

“Yo no he venido para ser servido sino para servir” (Mt 20,28)

Era de carácter extremadamente caritativo, ayudaba siempre a todos con gran abnegación y renuncia de sí misma, prestándose a hacer los trabajos más humildes con naturalidad y alegría. Día a día se esforzó por lograr que el amor de Dios fuera el único móvil de todas sus acciones. Con el martirio culminó su vida de entrega silenciosa a Dios y al prójimo.

Hna. Otilia Alonso González

“Acuérdense de lo que les dije: El servidor no es más grande que su Señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes” (Juan 15, 20)

La Hna. Otilia era de carácter alegre y jovial, bondadoso y decidido, siempre dispuesta a echar una mano a quien lo necesitara. De inteligencia aguda, comenzó a estudiar magisterio y progresó mucho en los estudios con los que esperaba servir a los niños. El martirio la encontró madura en su consagración religiosa, con apenas 19 años.

 Hna. Ramona María Perramón

“No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones… Yo voy a prepararles un lugar” (Juan 14,1-2)

La Hna. Ramona María era muy trabajadora, entregada y siempre disponible. Hacía todo en silencio y con una sonrisa. Veía a Dios en todo, tanto en las personas como en los acontecimientos, nunca se quejaba y todos decían que era “la humildad personificada”. El lema de su vida era: “Todo por amor”.

 Hna. Reginalda Picas Planas

“Les digo esto para que encuentren  la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir, pero tengan valor: yo he vencido al mundo” (Juan 16, 33)

Era muy humilde y trataba a sus alumnas con mucho cariño y amabilidad, siendo estimada por ellas. Padeció varias enfermedades y todo lo sufría sin quejarse y con infinita paciencia, causando la admiración de médicos y enfermeras. Se preparó así, en lo sencillo, para la entrega total de su vida.

 Hna. Rosa Jutglar Gallart

“Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!” (Juan 14,27)

Tuvo a cargo a los niños más pequeños, a quienes trataba con mucho respeto y ternura. Confiaba plenamente en el poder de la oración de los niños y les enseñaba a rezar por las necesidades de la Iglesia perseguida. Optimista y jovial, decía que se ejercitaba en el “apostolado de la santa alegría”.

Estas son nuestras Beatas Hermanas Mártires Dominicas de la Anunciata. Que su testimonio de vida entregada  nos ayude a asumir las dificultades cotidianas con la sencillez  y entrega con que ellas vivieron sus vidas y aceptaron la muerte por amor y fidelidad.

Beatas Hermanas Mártires de la Anunciata… ¡Rogad por nosotros!