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SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA CICLO A – LA TRANSFIGURACION

3 marzo, 2020

Génesis 12, 1-4a
Salmo 32, 4-5. 18-19. 20 y 22
2 Timoteo 1, 8b-10
Mateo 17, 1-9

La lectura del Génesis nos presenta la vocación de Abraham, la invitación que Dios le hace es una orden y no deja otra alternativa: sal. El destino: La tierra prometida. La salida de Abraham de su tierra y su largo camino, fundamentan todavía hoy, nuestras propias salidas, nuestro camino, nuestra búsqueda de la tierra prometida. Siempre es la misma llamada, la que resuena en el corazón de nuestra vida, cada día y en cada momento. Como Abraham estamos llamadas a escuchar, a responder, a seguir el camino que el Señor nos indica.

Cada año la cuaresma nos invita a reiniciar nuestra marcha y a poner nuestros pasos en los de Cristo, a ser caminantes infatigables, a estar siempre disponibles, que nuestros corazones estén cerca de los caminantes de este mundo, de los migrantes, de aquellos que buscan un sentido a su vida, que avancemos con paso humilde y sereno, con el deseo de vivir fraternalmente.

Como es sabido, Mateo escribe su Evangelio para los cristianos de origen judío, éstos conocían bien los libros del Antiguo Testamento, por esa razón Mateo presenta a Jesús como el que realiza lo anunciado en la Ley y los Profetas, presenta a Jesús como el Mesías que los judíos esperaban. Jesús y sus discípulos siguen las huellas de Abraham. El monte Tabor es el lugar de encuentro entre el pasado y el presente, entre el Antiguo y el Nuevo testamento, es ese lugar que nos habla de la fidelidad de Dios a través de los siglos.

Sobre la montaña, Jesús es transfigurado, Dios deja entrever su rostro de Padre sobre el rostro de Jesús de Nazaret ante los ojos de los apóstoles, lo qué pasó realmente fue una experiencia, es una preparación de los apóstoles antes de subir a Jerusalén. Descubrieron un aspecto de Jesús que no se muestra con facilidad. Vieron a Dios hecho hombre, se les mostró el rostro de Dios, Jesús se da a conocer a sus discípulos como Dios, y también se nos da a conocer a nosotras, que lo descubrimos en lo más profundo de nuestro ser y en el rostro de nuestros hermanos, Dios nos da la posibilidad de ir a su encuentro cada vez que vamos al encuentro de nuestros hermanos.

En la transfiguración Jesús vive la experiencia de Hijo amado del Padre. Él nos invita a ser hijos y hermanos, a vivir el amor en todo nuestro ser, es Él el que nos mueve a amar, a ser misericordiosas en nuestra vida, a experimentar su ternura y acoger con ternura a los otros, porque son, lo mismo que yo, hijos amados del Padre. Jesús nos invita a amarnos, escucharnos, comprendernos, a defender a los sin voz, teniendo sus mismas actitudes.

El Evangelio de hoy nos invita a descubrir que en nuestro camino diario hay gloria, hay encuentro con Dios, hay transfiguración en nuestra vida, porque tenemos la oportunidad de llegar a lo esencial de nuestro ser. Estamos llamados a vivir la experiencia de sentirnos hijas amadas del Padre, Él nos quiere sacar del camino rutinario y quiere llevarnos a sentir y experimentar la presencia de Dios Padre, aquí y ahora, a reconocer que puede transformarnos.

Contemplemos hoy la presencia cercana y amorosa de Dios, vivamos el encuentro con El, que nos transforma, nos cambia, y con esta mirada profunda sigamos el camino, a veces con temor y temblor, pero seguras de que escuchamos la voz del Padre penetrando en nuestros corazones y señalándonos el camino a seguir, Él nos llama a compartir su bondad y predicarla con nuestras vidas.

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Hna. Carmen Peris