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RETIRO X – LA MUJER ADULTERA E INDEFENSA

1 noviembre, 2023

Entre las mujeres que el domingo de resurrección fueron muy temprano, “al rayar el alba” presurosas, al sepulcro en busca del cuerpo de Jesús, estaba, no cabe duda “la pecadora”, la adúltera e indefensa a quien Jesús salvó casi milagrosamente de morir apedreada, de quien no tenemos otro apelativo para referirnos a ella que este de “la pecadora” Seguramente que ella también formaba parte del grupo. Y paradójicamente, este nombre tan peyorativo por el que se la conoce, precisamente es lo que le ha acarreado la total misericordia de un Dios que siempre buscó, busca y buscará lo mínimo, lo despreciable a los ojos de los hombres para volcar allí todos los tesoros de su misericordia y lograr sus mejores “obras de arte” en el misterio del ser humano.

Esta narración de Marifé Ramos González, en primera persona ayuda a vivir y sentir muy de cerca este drama que   narra el evangelista Juan. Realmente hace sentir casi partícipe al lector de lo que allí ocurrió.

“Esdras, escriba de Jerusalén, a la comunidad cristiana que se reúne los domingos en casa de Leví, para celebrar la cena del Señor: me habéis pedido que escriba todo lo que recuerdo del día en que quisieron apedrear a una mujer sorprendida en adulterio. Aunque han pasado varios años desde entonces, lo recuerdo como si fuera hoy, porque nunca había visto nada parecido. Y tal como recuerdo el episodio os lo narro, con toda fidelidad, para que se mantenga viva la memoria de Jesús.

Yo tenía mi mesa de escriba en la explanada del templo. Allí iba la gente a pedirme que le redactara todo tipo de documentos. Sobre todo, me pedían el “libelo de repudio”. Con ese documento, los maridos podían repudiar a sus esposas y romper el contrato matrimonial. Escribí cientos de libelos.

A menudo me temblaba la mano al firmarlos, porque pensaba en la situación en la que quedarían las mujeres que no podían volver con sus familias y vagarían por las calles, por motivos tan sucios como que se les había quemado la comida o se habían entretenido con sus amigas hablando en la fuente. Pero era mi trabajo y gracias a él podía llevar cada día unos denarios a casa.

La explanada, como cada día, estaba llena de gente que entraba y salía del templo. A menudo formaban corrillos de paisanos que comentaban la situación política de Israel cerca de donde yo me sentaba a diario a trabajar, a veces, se sentaba Jesús a predicar.

Ese día, de repente hubo un alboroto tremendo. Vi que un grupo de hombres avanzaba hacia Jesús en medio de un fuerte griterío. Cuando se iban acercando me di cuenta de que en medio del grupo caminaba a trompicones la mujer que hace unos días había sido sorprendida en adulterio.

Los hombres formaron un corro en torno a Jesús y el anciano Cleofás empujó con tanta fuerza a la mujer hacia el centro del corro que ella cayó al suelo; se quedó tirada, sin atreverse a levantar la vista.

El grupo gritaba casi al unísono: “Hay que matarla, alejemos el mal de entre nosotros…”

Jesús les miró fijamente y les dijo: – ¿Qué trampa queréis tenderme hoy?

Ellos se quedaron sorprendidos. Y Elimas, el fariseo más anciano del grupo, tomó la palabra y dijo: – Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras, sólo tenemos que fijar una fecha para apedrearla y queremos cumplir a rajatabla la Ley. Tú, ¿qué dices?

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