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RETIRO VIII – LO DIO TODO

2 septiembre, 2023

LO DIO TODO

Una vez más caminamos junto a las mujeres que seguramente estuvieron aquella mañana de la Resurrección junto al sepulcro. Aquellas que fueron los primeros testigos de Jesús resucitado. Hoy acompañará nuestra reflexión y oración alguien muy insignificante, que no se la nombra más que en dos Evangelios y que sólo se le dedican cuatro versículos.

Lc 21, 1-4 Mc 12, 41-44
Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas.  Vio también a una viuda muy pobre que echaba allí dos blancas.  Y dijo:

—En verdad les digo que esta viuda pobre echó más que todos, pues todos aquellos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.

Jesús estaba sentado cerca de la caja del dinero del templo y veía cómo la gente daba sus ofrendas. Muchos ricos daban bastante dinero. Luego vino una viuda y dio dos pequeñas monedas de cobre que valían muy poco. Jesús llamó a sus seguidores y les dijo:

—Les digo la verdad: esa pobre viuda echó más que todos los demás a la caja del tesoro del templo. Porque los demás dieron de lo que les sobraba, pero ella, a pesar de su pobreza, entregó todo lo que tenía para vivir.

Jesús siempre rompe nuestros esquemas y no solo eso, cambia valores: parece que lo más es menos y lo menos… más… ¿Cómo es posible esto?  ¿Será que aprendió de su Padre a mirar desde lo superficial a lo profundo, a ver lo valioso en lo pobre, pequeño, a descubrir la riqueza en la pobreza? Como lo dice I Sam. 16, 7: “Pero Yavé dijo a Samuel: «No mires su apariencia ni su gran estatura, porque lo he descartado. Pues la mirada de Dios no es la del hombre; el hombre mira las apariencias, pero Yavé mira el corazón.»

Y  en aquel momento, Jesús no quiso perder la ocasión para educar la mirada de sus discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta mujer pobre ha dado más que todos. Pues los demás han echado dinero de lo que les sobraba, ella en cambio ha dado lo que había reunido con sus privaciones”

Jesús sentado frente a las alcancías del pórtico del templo miraba y observaba este desfile. Es común en las puertas de las iglesias y los templos el colocar recipientes para pedir limosna, o directamente quienes esperan o necesitan una limosna se colocan allí como lugar propicio para que los fieles que salen de estos lugares, den sus limosnas. Sin duda una inveterada costumbre común a otras religiones. ¿Por qué los humanos unimos este gesto de ayudar a los momentos religiosos? A la salida de las celebraciones… ¿Necesitamos completar nuestro gesto con un compartir con los pobres? El dar algo para los pobres, ¿tranquiliza nuestra conciencia? ¿De qué? ¿Cómo?

A la salida del  Templo, se colocaban recipientes metálicos, que con el ruido provocado por la caída de las monedas de alguna manera llamaban la atención, a la vez que daban una idea de lo donado de acuerdo al sonido que ocasionaban. Las dos moneditas que echó la mujer viuda casi no se oyeron, había que  estar muy  atento y muy pendiente. Y Jesús lo estaba… Percibe el ruido de esas dos monedas y una vez más echa por tierra nuestros criterios, nuestros puntos de vista… ¿Cómo valorar tanto lo insignificante, y por qué? Parece que no le da el verdadero valor a las cosas. Nuestra realidad es esta, la que tenemos en nuestras manos y ante nuestros ojos, pero parece que para Jesús las cosas son distintas. No importa el valor contante y sonante de lo donado, sino el sentimiento, el porqué, la situación del corazón de quien da….

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