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RETIRO VI – EN LO PROFUNDO

2 julio, 2023

Hoy vamos a hacer camino por un terreno duro, pedregoso y desértico. Y vamos a sumergirnos en las profundidades de un pozo. Es la hora del mediodía, cuando el sol da de pleno y el calor se hace insoportable. Acompañamos a una mujer que salió del poblado de  Sicar haciendo su diaria caminata hacia el pozo de Jacob con su cántaro vacío para abastecerse de agua. Es la Samaritana.

Generalmente la iconografía de esta escena evangélica nos presenta a Jesús sentado en el brocal y la mujer de pie con su cántaro sobre la cabeza o en la mano. Hoy vamos a partir de una imagen de Sieger Koder para situarnos en la escena, pero esta representación tiene una peculiaridad, pone el interior del pozo como lo más relevante. Es como si se sumergiera en el pozo y nos invita también a nosotras a entrar en él. Esta perspectiva, además de original, añade un alto valor simbólico a la obra, sugiriendo una lectura introspectiva de la figura de la propia samaritana.

La mujer, sola, mira hacia el pozo, escudriñando su interior, intuyendo su profundidad. Parece captar el momento inicial del largo diálogo con Jesús, todavía marcado por la distancia.

Vamos a leer el texto evangélico de San Juan:

“Jesús decidió, entonces, abandonar Judea y volvió a Galilea. Para eso tenía que pasar por el país de Samaría, y fue así como llegó a un pueblo de Samaría llamado Sicar, cerca de la tierra que Jacob dio a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, cansado por la caminata, se sentó al borde del pozo. Era cerca del mediodía.

Fue entonces cuando una mujer samaritana llegó para sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de beber.» Los discípulos se habían ido al pueblo para comprar algo de comer.

La samaritana le dijo: «¿Cómo tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?» (Se sabe que los judíos no tratan con los samaritanos).

Jesús le dijo: «Si conocieras el don de Dios, si supieras quién es el que te pide de beber, tú misma le pedirías agua viva y él te la daría.»

Ella le dijo: «señor, no tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo. ¿Dónde vas a conseguir esa agua viva? Nuestro antepasado Jacob nos dio este pozo, del cual bebió él, sus hijos y sus animales; ¿eres acaso más grande que él?»

Jesús le dijo: «El que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré nunca volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en un chorro que salta hasta la vida eterna.»

La mujer le dijo: «Señor, dame de esa agua, y así ya no sufriré la sed ni tendré que volver aquí a sacar agua.» (…)

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