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P. VITO A LA MUERTE DEL SEÑOR COMA

16 noviembre, 2023

UNA FAMILIA INQUEBRANTABLE EN SU AMISTAD HASTA NUESTROS DÍAS CON SAN FRANCISCO COLL Y SU OBRA, LAS HERMANAS DOMINICAS DE LA ANUNCIATA

En el 14 de noviembre una noticia ha corrido por los cuatro continentes en que está presente la Obra de San Francisco Coll, las Hermanas Dominicas de la Anunciata. Ha sido la comunicación del fallecimiento de D. Josep Coma Gelabert, a los 79 años. 

Con él y con su familia más cercana, primero con sus padres D. Francisco y Dña. Mercedes, después con Josep y su esposa Dña. María y sus hijos María Assumpta y Jordi y, a continuación con los niños, comenzando por Gil, que han seguido en la casa de Puigseslloses hemos compartido muchas horas de acogida de tantos grupos que han llegado tras las huellas de San Francisco Coll y su segunda familia.

San Francisco Coll, niño, adolescente seminarista dominico exclaustrado del convento de Girona en 1835 fue amparado en la casa de campo de Puigseslloses, en la demarcación de Folgueroles, poco después de comenzar sus cursos de seminario a los 11 años. Allí fue transmitiendo sus conocimientos adquiridos con el niño Segismon y las niñas de la casa. 

Todo hasta cursar el tercero de filosofía, en que obtuvo el ingreso en el noviciado dominicano de Girona. Una vez cursado el año IVº de teología en el convento y ordenado de diácono en 1835 fue expulsado de la vida religiosa por las leyes civiles que afectaron a toda España. 

Volvió a su tierra y pronto a la «masía de Puigseslloses» donde terminó el Vº de teología y, en mayo de 1836, salió rumbo a Solsona para recibir la ordenación sacerdotal. En la iglesita de Sant Jordi, propiedad de la familia Coma, celebró la primera Misa y permaneció como dominico exclaustrado cerca de tres años más.

Pero la relación con la familia continuó una vez lo enviaron a dos parroquias y cuando se convirtió en «Misionero Apostólico» por gran parte de Cataluña, todo hasta su muerte el 2 de abril de 1875.

El recuerdo que dejó fue imborrable entre los Coma. A favor de las muchas pruebas de ello puede recordarse una crónica de 1922 y una lápida conmemorativa de su primera Misa, fijada por la familia. Decía la crónica que se publicó:

«El P. Coll era íntimo amigo de la familia Puigseslloses, casa paterna bien conocida de la Plana de Vich, una de aquellas casas de pagés tan bien descritas por el doctor Torras i Bages en la carta Pagesia Cristiana. Familia de creencias hondamente cristianas y que se va transmitiendo de generación en generación, como lo prueba el que actualmente haya en ella cuatro sacerdotes. El P. Coll vivió con la familia Puigseslloses como estudiante de la casa, empezando a poner raíces de amistad, tan fuerte, que le habían de hacer una cosa con ella, y singular con Segismundo, el cabeza de familia, hombre de bien a carta cabal. Pobre como era el P. Coll, recibía cuanto necesitaba de la casa Puigseslloses para continuar los estudios; como también le hizo el patrimonio para ordenarse. (Y aquí me complazco en hacer constar lo que me explicaba mi madre (e.g.e.), sobrina del P. Coll, hablando de este patrimonio). Un amigo de Segismundo, al saber que había hecho patrimonio para el P. Coll, le dijo: «Me parece que con tantos patrimonios te harás pobre». A lo cual contestó: «Jamás he visto que ninguna casa se arruine por haber hecho patrimonio a un sacerdote» [Está fuera de duda que el P. Coll se ordenó con el título de pobreza, y no como patrimonista]. Ordenado de Presbítero, celebró la primera Misa en la Capilla de San Jorge, situada en la propiedad de Puigseslloses, y rodeado de la familia que tanto apreciaba y a quien tantos favores debía.

Eso es lo que motiva lo que vamos a hacer. Debido a la generosidad del Rvdo. D. José Puigseslloses, se pondrá en la Capilla de San Jorge una lápida que dirá a las generaciones futuras: «El P. Coll celebró en esta Capilla la Primera Misa».

Fr. Vito Tomás Gómez García, OP