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NUESTRA JMJ RIO 2013. COLEGIOS DE ARGENTINA

17 agosto, 2013

En Madrid el papa Benedicto XVI, convocaba a una nueva jornada mundial de la juventud, Brasil era el país elegido y nuestros hermanos brasileños comenzaron a prepararse para recibir a los jóvenes de todo el mundo. Aquí en Argentina en septiembre del 2012 un grupo de alumnos de  los  colegios de La Anunciata  comenzaron a soñar, llegar a Río, encontrarse con jóvenes de otras naciones, todo era preparativos y ansiedad.

La JMJ Río 2013 era la meta y aunque hubiera que esquivar problemas, estarían allí. A finales de febrero comenzamos a pensar quien sería el Papa con quien compartiríamos la jornada, y en marzo el corazón estallo de júbilo, si el Papa Francisco, nuestro querido Padre Jorge sería quien presidiría el encuentro.

Así llegamos a julio, preparando el corazón para el encuentro y partimos a Río el 17 de julio. La primera semana “La semana misionera”, la tuvimos en Matías Barbosa una pequeña ciudad de Minas Gerais. Sus jóvenes hacía dos años trabajaban preparando todo, y en los últimos seis meses el trabajo era sin descanso, ya que donaban sus tiempos libres entre estudio y trabajo, esperaban ansiosos el contingente de argentinos. Finalmente llegamos con un silencio cargado de emoción llegamos a la “Parroquia Nuestra Señora de la Concepción y los fuegos artificiales llenaron el cielo de colores y los corazones de alegría. ¡No  lo podíamos creer! ¡Qué recibimiento,  que acogida! Había lágrimas en todos los rostros, una comunidad entera nos recibía con todo su amor y disponibilidad. Comenzaba nuestra JMJ, con un corazón pleno de felicidad y admiración por aquellos que nos abrían las puertas de su Parroquia, sus casa, sus vidas y mostrando en cada actitud de servicio lo que es el amor al prójimo.

Por las mañanas teníamos catequesis y por las tardes actividades de servicio. Compartíamos estos momentos con jóvenes locales y un grupo de jóvenes  franceses.

La oración, la Eucaristía, eran momentos en los que podíamos reconocer la acción del Espíritu, aunque hablábamos distintas lenguas teníamos algo en común, el amor por Cristo.

El 22 de julio llegamos a Río y los colores surgían de todos lados, banderas de distintos países flameaban y un canto “Esta es la juventud del Papa”, “…la juventud es lo mejor que tiene Cristo”

Comenzamos una jornada que cambiaría nuestro corazón. Compartimos desayunos, catequesis, celebraciones, caminatas y filas con jóvenes de todo el mundo y lo mejor el  encuentro con el Papa. Fueron días cargados de emoción que ni siquiera la lluvia podía estropear. Gracias a Dios pudimos participar de la mayoría de las actividades con el Papa.

Hay momentos que me dejaron huellas imborrables.

El encuentro del Papa con los jóvenes argentinos, volver a escuchar aquello que nuestra Cardenal nos decía aquí en Bs As. en cada homilía,  documento o aquellas cartas a nosotros los catequistas, este mismo mensaje que hoy entrega y con el que conmueve a jóvenes y hombres del mundo entero. ¡Ese padre cercano, que mira a los ojos, que con sus gestos evangeliza más allá de sus palabras!

La Adoración Eucarística, donde millares de jóvenes en silencio y respeto adorábamos  al Señor.

El día de la misa de cierre de la jornada, observando aquella multitud de jóvenes, me pregunté ¿Qué nos conmueve de tal manera? La certeza de que Cristo nos convoca, el Espíritu nos anima y este Papa,  directo al hablar, cercano, que facilita el encuentro, que sus gestos reflejan aquello que dice y cree, su coherencia.

Volvimos a Argentina distintos, con corazones  llenos de esperanza  y con una gran misión, hacer “lio” no callarnos ante las injusticias, ser nosotros mismos , no dejarnos arrastrar por el desánimo  o el consumismo, llevar nuestros cantos y alegría a aquellos que están tristes. Anunciarles que vale la pena vivir de acuerdo al Evangelio. Porque hubo Alguien que nos amo primero y dio la vida por cada uno de nosotros. Ir al encuentro y acompañar al que está en la periferia y cuidar siempre la vida respetando los dos extremos los jóvenes y los ancianos. No dejarnos arrebatar la esperanza.

No es una misión fácil pero tenemos la certeza que el Señor nos acompañará todos los días de nuestra vida y con El todo es más fácil.

¡Doy gracias a Dios por permitirme participar de esta jornada!

    María Cristina Odermatt de Eito

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