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JOSÉ, EL QUE SE AJUSTA A LOS PLANES DE DIOS

17 marzo, 2024

La figura de José, el esposo de María, puede muy bien situarse en la estela de otro José, el hijo de Jacob, que fue vendido como esclavo por sus hermanos y llegó a ser primer ministro del Faraón de Egipto. Así, cuando sus hermanos tuvieron necesidad de comprar alimentos y acudieron desde Canaán a Egipto para adquirirlos, José, en vez de vengarse, los acogió y salvó a su familia, respondiendo al mal con el bien. Este José era un hombre bueno y casto, un “soñador”, temeroso de Dios.

También el esposo de María dejó Nazaret y fue a Egipto para salvar a su familia. También él recibía en sueños sabias indicaciones divinas para cuidar de su esposa y de su hijo. ¿Por qué tuvo que emigrar a Egipto con su familia? Porque Herodes, un gobernante cruel, temeroso siempre de perder el poder y que, para conservarlo, no dudó en matar a sus tres hijos, pretendió matar a todos los niños de Belén, al enterarse por unos magos venidos de oriente de que allí había nacido el rey de los judíos. El rey Herodes, en el fondo un falso rey, pues había logrado el puesto a base de mil corruptelas, buscaba matar el verdadero rey. Dios respondió a la amenaza enviando un ángel que, apareciéndose de noche en sueños a José, le ordena que huya a Egipto con el niño y su madre, porque Herodes busca al niño para matarlo (Mt 2,13).

José de Nazaret, hombre justo y manso, como era manso el José del Antiguo Testamento, obedece a la palabra de Dios. Custodio por excelencia, defiende la vida del inocente. Los dos Josés fueron mediadores de salvación. El verbo que emplea el ángel cuando se aparece en sueños a José es: “levántate” que, en griego, equivale a: “resucita”. Siendo todavía niño, Jesús estaba en peligro de muerte, pero en ese peligro se anunciaba su resurrección.

La emigración a Egipto de José, al frente de su familia, repite de alguna manera la historia de la salvación, el paso de la esclavitud de Egipto a la libertad, y así lo sugiere el evangelio de Mateo (2,15) al decir que, cuando José regresa a Israel con el niño Jesús, obedeciendo de nuevo a la voz del ángel que se aparece en sueños, se cumplió lo anunciado por el profeta: “de Egipto llamé a mi hijo” (Os 11,1).

De José se dice que era “justo” (Mt 1,19), o sea, un hombre que “se ajusta” a la voluntad de Dios, y así se convierte en instrumento de sus planes y medio de salvación para su familia.

El centro de la vida de José es el cumplimiento de la voluntad de Dios. También nosotros necesitamos que los ángeles, los anunciadores de la Palabra de Dios, vengan a despertarnos de nuestros sueños para que defendamos a nuestras familias, para que defendamos la vida de los inocentes y de los débiles de tantos Herodes que quieren matarlos. Y atención: esos Herodes no son sólo los muchos peligros que vienen del exterior y nos invitan a alejarnos del camino del evangelio, sino también los Herodes que cada uno llevamos en nuestro interior y que toman forma en la comodidad, la cobardía o el miedo.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: nihilobstat