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DIOS AMA A SUS ENEMIGOS

13 junio, 2023

Después de Pascua hemos vivido dos domingos de transición que, en cierto modo, eran una prolongación de la Pascua: el de la santísima Trinidad, en el que hemos aprendido que Jesús resucitado está profundamente unido al Padre, por eso vino del Padre y regresó al Padre; y desde allí nos envía su Espíritu Santo, que es el alma de la Iglesia, la fuerza que la anima en su misión evangelizadora. Después hemos celebrado el domingo del “Corpus”: Cristo resucitado permanece con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, siendo la eucaristía uno de los modos de su presencia entre nosotros. El próximo domingo la liturgia recupera el ritmo del tiempo ordinario y enlazamos con el XI domingo del tiempo ordinario.

En el próximo post hablaré del evangelio que escucharemos este próximo domingo. En este quiero detenerme en la segunda lectura, tomada de la carta a los Romanos (5,6-11). En ella san Pablo recuerda la grandeza e inmensidad del amor de Dios, un amor que no tiene límites, precisamente porque es de Dios. Como nosotros somos limitados nos resulta difícil entender lo que puede ser un amor sin límites. San Pablo ofrece unas imágenes que pueden ayudar, aunque sea pobremente, a entender ese amor sin límites de Dios. El apóstol compara lo que, aunque sea rara y difícilmente, es posible que ocurra con una persona de bien, a saber, que alguien se sacrifique por ella y hasta se juegue la vida por ella, con un Dios que demuestra su amor dando su vida, no por los justos, sino por los pecadores. Y añade que Dios nos reconcilió consigo cuando éramos sus enemigos.

O sea, Dios nos ama no cuando somos justos, no cuando empezamos a serlo, no cuando nos proponemos serlo; Dios nos ama siendo nosotros pecadores. Porque Dios ama a sus enemigos. La sorprendente prueba de que los ama es que los reconcilia consigo. Según nuestros criterios humanos, lo lógico sería pensar que somos nosotros, pobres pecadores, los que necesitamos reconciliarnos con Dios. Pero lo que el apóstol dice es que es Dios el que se reconcilia con nosotros, el que toma la iniciativa, el que perdona antes de que se le pida perdón, y mantiene su perdón en toda circunstancia, aunque nosotros sigamos siendo pecadores.

Un Dios que ama a sus enemigos y da la vida por ellos es algo inaudito y sorprendente, que va más allá de toda imaginación. Sólo a esta luz se comprende que Jesús invite a sus seguidores a amar a sus enemigos si quieren ser hijos de este Dios. Porque los hijos se parecen a sus padres en su modo de actuar, en su talante, en su modo de ser.

¿Cómo es posible que Dios ame de este modo? Porque Dios es Amor. Y como es amor sólo puede amar. Si dejase de amar, dejaría de ser Dios. Otra cosa es si Dios quiere que seamos pecadores. No lo quiere. Ama a los pecadores, y porque los ama, los llama a conversión, los llama a aceptar su iniciativa de reconciliación. Pero si no se convierten los sigue amando, en ningún momento deja de amarlos, porque no deja de ser Dios.