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DIACONADO Y MINISTERIOS ECLESIALES

24 octubre, 2019

Hay dos temas que, al parecer, se han tratado, con toda libertad, en el Sínodo sobre la Amazonía: la ordenación de varones casados y ancianos, de probada virtud; y la posibilidad de conferir el diaconado a las mujeres. No sé si sobre estos asuntos terminará habiendo algún tipo de votación. En cualquier caso, habrá que esperar la decisión que tome el Papa, porque el Sínodo es consultivo, no decisivo. Parece, por las noticias que están llegado, que el tema del diaconado femenino está descartado y no se va a presentar a votación.

No cabe duda de que las mujeres, sobre todo las consagradas, han sido y son las principales animadoras de la fe de las comunidades cristianas en muchos lugares de misión. A mi modo de ver, sería bueno potenciar y valorar los distintos ministerios eclesiales que pueden ejercer tanto varones como mujeres. Y en elevar (si es que se puede hablar así) a rango de ministerio lo que ya están haciendo muchas religiosas. Un cristiano, mujer o varón, si cuenta con las debidas autorizaciones y está teológicamente preparado, puede hacer prácticamente todo lo que hace un diácono: proclamar y explicar la Palabra de Dios, animar la fe de una comunidad, presidir celebraciones de la Palabra, dar la comunión, bautizar, asistir como testigo cualificado al sacramento del matrimonio (recuérdese que los ministros del matrimonio son los contrayentes), presidir unas exequias, animar y dirigir la solidaridad y ayuda mutua entre los miembros de la comunidad, dirigir espiritualmente, escuchar y aconsejar.

Todo lo enumerado en el párrafo anterior lo puede hacer un cristiano. Si, además, lo hace como “enviado” por la Iglesia y recibe un ministerio adecuado, lo que hace tiene el aval oficial de la Iglesia y lo hace en nombre de la Iglesia. ¿Qué más puede hacer un diácono?

Habría que mejorar la inculturación de la fe, potenciar los ministerios laicales, preparar a catequistas laicos que sepan expresarse en las lenguas indígenas, valorar las celebraciones de la Palabra con comunión incluida, algo así como lo que se hace el viernes santo: una solemne celebración, con liturgia de la Palabra, oraciones litúrgicas y comunión sacramental. Eso lo puede presidir un diacono casado e incluso un laico autorizado. Por lo demás, los problemas humanos de los indígenas y el drama del destrozo ambiental, no se soluciona con ministros ordenados, sino con políticas adecuadas. En esta tarea inmensa las comunidades cristianas deben sentirse apoyadas y acompañadas por la Iglesia y sus representantes.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente de la noticia nihilobstat.dominicos