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BEBER DE NUESTRO PROPIO POZO XVII

24 octubre, 2019

Y LA PALABRA SE HIZO SILENCIO

¿Cómo vivió el Padre Coll la dura prueba de los últimos años? ¿Acaso pronunció palabras de vida también en esa última etapa? ¿Puede ser modelo, consuelo, testimonio que acompañe a quienes transitan el dolor de la enfermedad o de la progresiva pérdida de las facultades físicas e intelectuales?

El Padre Enrich nos ha dejado un valioso relato del proceso de la entrega final, en aquellos últimos años:

«Hombre acepto a Dios debía ser probado en la tentación [Tob 12, 13]. Le probó una larga enfermedad durante más de cinco años. El 2 de diciembre de 1868 [1869] se sintió casi repentinamente herido de ceguera y amenazado de parálisis. Predicaba un novenario y, aunque ciego, quiso terminarlo. Todos los remedios de la medicina sirvieron para aclararle bien poco la vista: No pudo leer ya más; seguía predicando y en Abril de 1870 pudo celebrar asistido por un sacerdote.

Repetidas veces sintió los golpes de la parálisis, pudiendo así renovar el sacrificio de sí mismo en cada una de sus facultades. Sin embargo, parece que los más sensibles fueron tres. Comenzó con la primera aparición del mal a verse privado de proseguir a su gusto en el ministerio apostólico. El segundo, el 6 de Febrero de 1872, privado de hecho de la vista y agravado en la agilidad; su piedad tuvo que sacrificar sus delicias, al no poder celebrar ya más la Misa. El tercero fue el 20 de Enero de 1873 cuando se le resintieron las facultades intelectuales, de lo que se daba buena cuenta en el intervalo lúcido subsiguiente.

Ni siquiera en este estado cesó de ser ejemplar por la devoción al Santísimo Rosario; pues cuando se encontraba a intervalos fuera de sentido, estaba siempre pronto a apretar el Rosario en las manos, o bien a pasar sus cuentas, máximamente en compañía. Llegó así gradualmente a su fin y expiró con placidez»[1].

Tenía 57 años y mucho por hacer cuando comenzó este proceso de deterioro.  El Padre Coll fue entregando, uno a uno, todos sus proyectos, todos sus deseos, todas sus facultades. Y, sin embargo, la elocuencia de aquel silencio se convirtió en su última predicación…

«Así la última misión del P. Coll se celebró en Vic, sin palabras. Ese es un modo de hablar. Pero en la gracia de la predicación los silencios pueden ser y son, en su momento, tan importantes como las palabras.

El P. Coll amaba su vida en ofrenda, y esa ofrenda se hacía de ordinario Palabra. Para él, unido a Cristo y urgido por el Espíritu, predicar era acción sacramental. Vivir era hablar, pero hablar de Dios y a Dios ante y con los hombres (…) Al P. Coll le era soportable cualquier cruz de sufrimiento, si éste le permitía vivir en la Palabra que convocaba a conversión y amor.

Esa era su vida hecha ofrenda, palabra sacramental de gracia y salvación. Pero a partir del año 1871, el Señor de la Palabra le fue diciendo al P. Coll, con signos evidentes, que el curso de misión se cerraba; que ya había hablado bastante; que ya solo le quedaba por predicar el sermón del silencio, aunque él no lo tuviera preparado.

Al P. Coll, como a la mayoría de los mortales, le sobrevino el sacrificio en forma no pensada,
y su voz se hizo silencio en Vic;
su itinerancia, remanso obligado;
su mirada penetrante en las almas, interiorización entre nieblas;
la pérdida de facultades, retorno a la indigencia de nuestra nada;
el arte oratorio de gran maestro, simpleza y ternura de niño en cuerpo de anciano;
y el protagonismo en la liturgia de la Palabra, escucha atenta al Señor que habla al corazón y llama a los Predicadores a su templo celeste» .[2].

Así se cumplieron en Francisco Coll, verdadero apóstol también en el silencio y la esperanza, aquellas palabras santas: «Yo ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, he concluido mi carrera, he conservado la fe» (2ª Timoteo 4, 6-7).

[1] Carta de Fr. F. Enrich al Vicario General de la Orden de Predicadores, en Francisco Coll, O.P. Testimonios (1812 – 1931), Vito T. Gómez García, OP, Valencia, HH. Dominicas de la Anunciata, 1993, p. 587

[2] Padre Coll y la gracia de la Predicación, P. Cándido Arnáiz, OP, conferencia en las Jornadas de Formación, año 2009.