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CUARESMA, TIEMPO DE RECOGIMIENTO Y REFLEXIÓN

15 febrero, 2024

Ya llegó la cuaresma. Tiempo fuerte de la vida cristiana y tiempo de fiestas primaverales en muchos lugares. No hay necesariamente contradicción entre una y otra cosa. Porque la cuaresma no es tiempo de tristeza ni de congoja. Y la alegría es un don del Espíritu Santo. Cuando se trata de sentimientos o de estados de ánimo, la verdadera cuestión no es el sentimiento como tal, sino la causa que lo ha provocado y el modo de vivirlo. Uno puede estar triste porque ha fallecido una persona cercana, y vivir este acontecimiento con serenidad y esperanza cristiana. Y uno puede estar alegre porque ha consumido demasiado alcohol. Por eso digo que es posible celebrar cristianamente la cuaresma y participar de la alegría de las fiestas populares, porque en estas fiestas se fomenta la fraternidad, aunque es posible que, como en todo, ocurran algunos abusos, que las buenas personas tratan de evitar.

La cuaresma tiene una larga tradición y ha sufrido algunas variantes a lo largo de la historia. La tradición de “cuarenta días” es bíblica: cuarenta años estuvo el pueblo de Israel en el desierto, preparándose para entrar en la tierra prometida. Y durante cuarenta días Jesús fue tentado, preparándose para anunciar la buena noticia del Reino. También el cristiano se prepara durante 40 días para celebrar el gran acontecimiento pascual, la muerte y la resurrección de Cristo, punto de partida cronológico y teológico de la fe cristiana. Los grandes acontecimientos requieren de una buena preparación. En el siglo IV la cuaresma estaba firmemente establecida. Sobre todo, era practicada por los candidatos al bautismo y por aquellos que buscaban la reconciliación con la Iglesia, de la que se habían apartado a causa de sus pecados.

¿Cómo vivir esta cuaresma del año 2024? Pues como algo nuevo. No conviene que la empecemos con un sentimiento parecido a este: “ya estamos otra vez en cuaresma, lo de todos los años”. No, no es lo de todos los años. Es algo nuevo, algo que debo vivir este año con intensidad y devoción, buscando una mejor cercanía con el Señor, escuchando con atención su Palabra, orando y celebrando los sacramentos con más devoción, acercándome a los pobres, enfermos y necesitados con más dedicación, acogiendo a quienes se sienten solos y buscan consuelo, comprendiendo y respetando a los emigrantes, cuidando mi cuerpo como templo del Espíritu Santo, no abusando de la comida ni de la bebida y no digamos de aquello que me puede dañar espiritual o corporalmente.

En suma, viviendo la caridad con Dios, con los hermanos y conmigo mismo. Caridad con Dios, o sea, buscando cumplir su voluntad (porque el amigo trata de complacer al amigo); la caridad con los hermanos: no descartando a nadie y mirando con buenos ojos a quienes me pueden necesitar; la caridad conmigo mismo: buscando siempre mi bien, y no olvidándome de que mi bien está en buscar a Dios y en buscar la felicidad de los demás.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: nihilobstat