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COMENTARIO DEL EVANGELIO – III DOMINGO DE CUARESMA CICLO B

27 febrero, 2024

En este tercer domingo de Cuaresma del año B, el Evangelio presenta a Jesús enfadado con los que exponían los productos de su comercio en el Templo. En realidad, el Templo ocupaba un lugar sustancial en su vida. Lo frecuentó desde muy joven, por iniciativa de sus padres después de su nacimiento, «cuando se cumplió el tiempo prescrito por la ley de Moisés para la purificación » (Lc 2,22). Jesús mismo dice que este templo es la casa de su Padre. Era el lugar de la presencia divina donde debatía regularmente con los doctores de la Ley, enseñaba la Palabra, realizaba servicios, curaba a los enfermos, etc. Tanto adoraba el Templo que, en esta perícopa, sus discípulos recuerdan que está escrito de él: «el amor de tu casa será mi tormento«. Además, lo equiparaba a su cuerpo, por el que sentía un amor sacrificial: «Destruid este santuario y en 3 días lo levantaréPero hablaba del santuario de su cuerpo«.

Es prudente preguntarse si el amor al «Templo», que es el cuerpo del Señor, ¡podría seguir siendo el tormento de los hijos e hijas de Dios en nuestro tiempo! ¿Cómo es esto posible, cuando este amor está bajo el prisma de la pereza espiritual, el descuido de los mandamientos de Dios y el apego desmedido a las posesiones materiales? ¿Puede el amor de tu casa, Señor, seguir siendo el tormento de nuestros contemporáneos, cuando muestran una legendaria despreocupación por el desamparo del prójimo y ya no están disponibles para servir a los pobres con fe y caridad? Señor, ¿cómo puede ser el amor de tu casa el tormento de tus hijos cuando se vuelven irreverentes en la iglesia y hacen comentarios groseros sobre las autoridades eclesiásticas?

Podemos pretender con las más nobles intenciones buscar a Dios, adorarlo y servirlo, cuando en el fondo de nuestro corazón se esconden las lógicas de orgullo, de supervivencia, de ascenso social y financiero, de autorrealización personal, que barren de un manotazo el sentimiento del amor a Dios y al prójimo. La construcción del «Templo» es un imperativo para todos, y las herramientas se encuentran en la Ley dada por Moisés en la primera lectura (Ex 20,1.17). Se resume en un amor sacrificial, como el de Cristo, que es locura para las naciones paganas, pero poder y sabiduría de Dios para aquellos a los que llama, sea cual sea su origen (1 Cor, 22-24). Esta “Ley” deleita al salmista, que la encuentra perfecta, segura y pura; una Ley que restaura la vida, hace sabio al sencillo, deleita el corazón y aclara la mirada. Ya no bastará meditarla y contemplarla, sino ponerla en práctica. Ese es el verdadero camino hacia la libertad. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

Hna.Regina Emeline ABITAN
Communidad de Nylon-Yaoundé
Vicariat Saint François Coll