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COMENTARIO DEL EVANGELIO – II DOMINGO DE CUARESMA CICLO B

20 febrero, 2024

A lo largo de la Cuaresma, todos estamos llamados a dejar atrás nuestra vida tranquila y subir a la montaña para encontrarnos con el Señor.

En este segundo domingo de Cuaresma, la Iglesia nos invita a contemplar el misterio de la Transfiguración del Señor. Fue un acontecimiento que impactó profundamente a los discípulos presentes, y que aún hoy resuena como fuente de esperanza para todos y cada uno de nosotros.

Por eso, estamos invitados a mirar hacia quién caminamos, a contemplar a Aquel con quien vivimos, en estos tiempos revueltos que nos sacuden hasta lo más profundo y alientan en nosotros la tentación del desánimo, de la tristeza y de la duda. Fijemos nuestra mirada en Aquel que cruzó el desierto antes que nosotros, que lo cruza cada día con nosotros, y animémonos a seguir caminando tras sus huellas, Él que va delante de nosotros en todo y en todas partes.

El pasaje del Evangelio según San Marcos nos lleva a la montaña, donde Jesús se lleva consigo a Pedro, Santiago y Juan. Allí arriba sucede algo extraordinario. Jesús se transfigura ante ellos, y sus vestidos se vuelven de un blanco deslumbrante, imposible de describir con palabras humanas. Elías y Moisés también aparecen, dando testimonio de la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

La Transfiguración no es sólo un acontecimiento histórico, sino también una manifestación de la divinidad de Jesús. Nos revela la gloria oculta del Hijo de Dios, una gloria que trasciende el tiempo y el espacio. Este momento particular es un presagio de la resurrección de Jesús, una luz que brilla incluso en la oscuridad más profunda.

Esta experiencia de la Transfiguración fue dada a los discípulos para fortalecerlos ante las pruebas que vendrían, incluyendo la pasión y muerte de Jesús. En nuestras propias vidas, es esencial recordar que, incluso en medio de las dificultades, las dudas y la oscuridad, la luz de la Transfiguración sigue brillando. Es un recordatorio de que Dios está con nosotros, de que su poder y su gloria van más allá de nuestra comprensión humana.

Pedro, asombrado, sugirió construir tres tiendas: una para Jesús, otra para Moisés y otra para Elías. Sin embargo, la voz del Padre resuena desde la nube luminosa, diciendo: «Este es mi Hijo amado, ¡escuchadle!». Estas palabras nos invitan a dirigir nuestra atención a Jesús, a escuchar sus enseñanzas y a seguir su ejemplo.

La Cuaresma es un tiempo especial para escalar nuestra propia montaña con Jesús, para dejar que la luz de su Palabra transfigure nuestras vidas. Ayunando, rezando y practicando la caridad, nos abrimos a la gracia de la Transfiguración. Estamos llamados a abandonar nuestras ataduras terrenas y volvernos hacia las realidades celestiales, para dejar que la luz de Cristo brille en nuestra vida cotidiana.

Como los discípulos, bajemos del monte con un corazón renovado, dispuestos a afrontar con confianza los desafíos de la vida. Que este tiempo de Cuaresma sea para nosotros un camino de transfiguración interior, en el que la gracia de Dios renueve todo nuestro ser.

Que la luz de la Transfiguración ilumine nuestros corazones y nos guíe por el camino de la santidad. Amén.

Hna. Cécile Tondé

Fuente de la imagen: Fr. Félix Hernández OP