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COMENTARIO AL XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A 2023

10 octubre, 2023

Siempre llama la atención cómo Jesús presenta el Reino de Dios. El Reino de Dios se parece…, el Reino de Dios es semejante.

En esta ocasión, el Reino de Dios, nos dice Jesús, se parece a un rey que celebró el banquete de la boda de su hijo. Dónde los invitados se niegan a participar con un simple no queremos ir. Ante la segunda invitación los convidados toman una postura de indiferencia, de apatía, y no hacen caso. La respuesta a la invitación es dar la espalda. Uno se fue a sus campos; otro a sus negocios; otros se llenaron de ira y asesinaron a los enviados. ¿Por qué negarnos a celebrar la fiesta? ¿Por qué negarnos asistir al banquete?

Al final el rey cae en la cuenta de que los convidados no eran dignos. La insistencia del rey refleja su corazón abierto. No sé casa con la primera imagen o actitud de sus convidados: no quiero ir, sino que se muestra un rey comprensivo y con delicadeza, por segunda vez se hace oír a sus convidados por medio de sus enviados: el banquete está preparado, he matado mis mejores novillos. ¡Vengan! Pero la reacción de sus convidados es totalmente deshonrosa: indiferencia y asesinato. Cierran toda posibilidad de celebrar la fiesta. Esto hace que la invitación se haga extensiva: a los desconocidos, a los que continuamente se encuentran en los cruces de los caminos. Es decir, a los que no saben a dónde ir, a los que aún no tienen definido su camino, a los que aún viven sin horizonte fijo, a los que aún no saben dónde llegar, a los que aún viven la incertidumbre: buenos y malos. Son personas que muestran disponibilidad a la invitación. No preguntaron, ni cuestionaron, ni tampoco indagaron, simplemente fueron.  A la invitación de asistir al banquete simplemente se dice sí y se quiere celebrar.

El desenlace de esta parábola es algo inesperado y deja una sensación de fuera de lugar: amigo, ¿cómo es que has entrado a la boda sin traje de fiesta?. El hombre se quedó callado.

No sabemos si este hombre sin el traje de boda era bueno o era malo; simplemente sabemos que no llevaba el traje de fiesta.

Llevar, ponerse el traje de fiesta, como dice el Papa Francisco, simboliza la misericordia que Dios nos da gratuitamente, es decir, la gracia. Sin la gracia no se puede dar un paso adelante en la vida cristiana. Por lo tanto, es entrar a la alegría. Llevar el traje de fiesta es dejar la tristeza, es el deseo de celebrar la vida, es el deseo de transformar la vida, es el deseo de implantar la justicia, es el deseo de recrear la fraternidad, es el deseo de derribar toda acción que atenta contra la vida.

Muchos aún asistimos a la fiesta con el corazón lleno de tristeza, de desaliento. Si estás invitado a la fiesta ponte el traje de celebrar, de compartir, de hacer comunión.  Se nos invita a entrar en la alegría, en la esperanza, en la comunión y al encuentro personal con Aquel que ha preparado el banquete de boda.

Hna. María Lucía Atenco Xopa

Provincia San Martín de Porres