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COMENTARIO AL EVANGELIO XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

4 julio, 2023

En este texto de Mateo encontramos la imagen del Mesías según el 2º Zacarías. Es importante señalar que este autor dirigió su mensaje a la hija de Sión, a la hija de Jerusalén. No se trata de una joven, sino del nombre dado a un suburbio de Jerusalén construido contra los muros de la ciudad (como un niño pequeño contra su madre). Allí, siguiendo el comportamiento de los sacerdotes que habían manejado el poder religioso desde la vuelta del exilio, (comportamiento abusivo, exagerado, altivo), se habían refugiado los que habían querido permanecer fieles a Dios. Despedidos por las autoridades (cuyos abusos denunciaban), vivían en la pobreza y la humildad. A la pobreza material se unía la “pobreza” espiritual. Los miembros de esta corriente espiritual eran llamados “los anawìm” (los pobres de Dios). Estos son los «pequeños» de los que habla Mt, los que no forman parte de la alta esfera religiosa, la gente humilde, a los que los líderes judíos imponen montones de preceptos… que ellos mismos no viven.

Mateo nos expone aquí la revelación de la paternidad divina, Dios es Padre, sobre todo de Jesús y, a través de él de los creyentes, este es el centro de la predicación de Jesús.

La oración de Jesús, de alabanza al Padre en forma de acción de gracias, acoge el plan de Dios y este plan de Dios se acoge desde la pequeñez, la pobreza, la humildad. Jesús se presenta a sí mismo como el revelador del Padre, la plenitud de la revelación.

La imagen del yugo, este trozo de madera que une a dos animales para arar, evoca el hecho de que «tomar el yugo» es unirse a alguien para caminar al mismo paso. Esta imagen nos muestra aquí uno de los verbos griegos que se usan a menudo para evocar la situación del discípulo y que se traduce erróneamente por «seguir» porque literalmente significa «caminar al lado». Asumir el yugo de Jesús supone que el maestro se implique en el camino que ha trazado.

Jesús impone al hombre el espíritu de la ley, liberándolo de la esclavitud de la misma; manda que oremos al Padre y nos da la garantía de ser escuchados por Él; promete el Espíritu que viene en ayuda de nuestra flaqueza. Él mismo se presenta como manso y humilde de corazón, su yugo nada tiene que ver con la opresión, porque él viene al hombre con humildad, para hacerse uno de nosotros.

Sin duda estas palabras del Evangelio nos invitan a reflexionar en varios frentes, en la gente sencilla, el conocimiento del Hijo y del Padre, el alivio para el camino y como factor común está la humildad, virtud esencial para ser sencillo, para poder “ver” a Dios y sobre todo, para poder abandonarse a Cristo, descanso para el alma, siendo manso y humilde.

“Yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque…” Cuando hacemos oración, ¿a quién nos dirigimos? Y ¿quién viene a nuestra mente? Hay tantas necesidades en nuestro mundo: falta de paz, de conciencia ecológica, (cuidar la casa común, como dice el papa Francisco), familias desestructuradas, abusos en el trabajo, en el poder…

Alabemos hoy al Señor, que nuestra oración sea de compromiso allí donde estamos, aquí y ahora, para construir a nuestro alrededor un mundo más humano, lleno de paz y esperanza.

H. María Carmen Peris