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COMENTARIO AL EVANGELIO V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B

30 enero, 2024

Jesús sale de la Sinagoga, siempre acompañado por sus apóstoles, sus amigos, y se dirigen al encuentro de Simón y Andrés. Como uno más, como el amigo que visita los familiares de las personas que quiere porque son importantes para Él.

Allí encuentra la suegra de Simón enferma. Él la coge la mano y enseguida ella puede reincorporarse y ponerse al servicio. 

A partir de aquí, al anochecer, los enfermos y “endemoniados” se agolpaban a su puerta y Él los cura.

Jesús no parte de una posición superior a las personas que lo rodean. Desde la cotidianidad, desde la sencilla casa de un amigo, calma las almas de aquellos que le piden ayuda. No olvida a nadie. La suegra de Simón es una persona cercana, pero Él realiza el mismo acto de curación a todo aquel que se le acerca. 

Después de unas horas de reposo, de madrugada, se levanta a orar. En esta comunión con el Padre, a solas, en un acto de reflexión profundo, recupera la fuerza para seguir adelante. Orar es el alimento que necesita nuestro espíritu. A través de este intercambio con Dios intuimos el camino que honestamente debemos coger. 

Jesús lo ve muy claro: “debemos ir a otras aldeas y predicar allí” 

El cansancio parece ser que no lo achica. La fuerza de su misión “para eso he salido” se impone. 

Nosotros nos encontramos a menudo presos de los demonios de la vida: el egoísmo, el afán de riqueza, la ignorancia de las necesidades de nuestros hermanos. Damos la espalda a las grandes desgracias de la humanidad como la guerra y el hambre. 

Cuantas veces nos hemos sentido perdidos y reconocemos en nosotros sentimientos y actitudes que no nos gustan. Es más. ¡Qué difícil es decir NO a estos demonios! En estos momentos hemos de tener la certeza que Dios nos extiende la mano y nos presenta el camino de la curación. 

Querer “ser curado” conlleva el compromiso de darse al otro. Nuestra fe, nuestra condición de seguidores de Jesús, tiene que ser visible en la cotidianidad de nuestros hogares, nuestras comunidades, en nuestros puestos de trabajo. 

Y cuando podamos desfallecer, nos detenemos, nos ponemos ante el Padre y oramos. 

Adelfina Mayordomo 

Maestra de FEDAC Sant Feliu.