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AQUÍ ESTOY SEÑOR, HÁGASE TU VOLUNTAD

30 enero, 2024

El dos de febrero, fiesta de la presentación del Señor, se celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, este año con el lema: “Aquí estoy Señor, hágase tu voluntad”. El texto parece sacado del salmo 39, aunque en el Nuevo Testamento se encuentran palabras parecidas puestas en boca de Jesús. Según la carta a los Hebreos (10,7), Jesucristo, lo primero que dice al entrar en el mundo es: “¡He aquí que vengo a hacer, oh Dios, tu voluntad!”. Estas primeras palabras fueron la norma de su vida: “mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado” (Jn 4,34). Mi alimento, o sea, lo que me da la vida, es cumplir la voluntad del Padre. Propósito que queda ratificado en el momento más difícil de su vida, cuando en el momento de la máxima debilidad física y psicológica, Jesús oraba diciendo: “Padre, aparta de mi esta copa”, para añadir inmediatamente: “pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

Sorprendentemente, en el momento en que todo parece perdido y no queda ya ninguna esperanza, este ponerse totalmente en manos del Padre, produce el gran milagro. No el de hacer desaparecer la angustia o el peligro, no el de aniquilar a los enemigos que querían matarle, sino el milagro de experimentar el consuelo de Dios, que incluso se hace presente contra toda esperanza: “entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba”. Un ángel, signo de la presencia de Dios. Dios se hizo presente en Jesús, Dios estaba acompañando a Jesús en su sufrimiento y en su dolor. También en momentos así es posible la esperanza, si uno vive convencido de que Dios nunca falla, a pesar de todas las apariencias contrarias.

La vida consagrada, en el seguimiento de Cristo, consiste en ponerse en manos de Dios y en cumplir su voluntad. En realidad, eso no es sólo propio de la vida consagrada, sino de toda vida cristiana. Por eso, quienes han abrazado el estilo de vida consagrada, en sus diferentes modalidades, no deben considerarse superiores a nadie. Su vida y su consagración deben vivirse con mucha humildad. Y si pueden atribuirse como propio algo que en realidad es propio de todo cristiano no es porque ellas y ellos lo viven mejor y con más intensidad, sino porque lo viven como un signo y una señal, que es en realidad invitación a todas y todos los cristianos para cumplir con sus deberes propios. En esta línea dice el Concilio Vaticano II que “la profesión de los consejos evangélicos aparece como un signo que puede y debe atraer eficazmente a todos los miembros de la Iglesia a realizar con decisión las tareas de su vocación cristiana” (Lumen Gentium, 44). Si esta profesión es signo, no es privilegio; en todo caso, es responsabilidad.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: nihilobstat