Hoy nos encontramos ante dos fiestas unidas por un misterio de Fe. Amor y Esperanza, que provocan en nosotras un sentimiento de gratitud y una oración agradecida al Señor.

15 de agosto de 1950, proclamación del dogma de la Asunción de María por Pío XII. 1856 fundación de la Congregación de Dominicas de la Anunciata por San Francisco Coll.

La solemnidad de la Asunción de María viste de fiesta a muchos pueblos de España que, a lo largo de los siglos, han visto en María la mujer que supo abrirse totalmente a Dios, la han cantado y rezado como “llena de Gracia”. La han sentido como Madre una multitud incontable de cristianos que han visto y ven en ella, en esta proclamación de la Asunción, “la respuesta de luz a la oscuridad de la fe”

San Pablo nos recuerda en la lectura de hoy que, Cristo resucitó como primicia de los que han muerto y en María celebramos que, el anhelo de inmortalidad que anida en todo corazón humano, Dios lo ha hecho realidad en Ella.

Considerando los textos de la liturgia de hoy, mi reflexión breve se centra en las actitudes que se ponen de manifiesto en el texto de Lucas y que desembocan en el despliegue maravilloso de la acción de Dios en la vida de esas dos mujeres, María e Isabel, y en la historia de la humanidad.

Dos mujeres sencillas, que hacen lo ordinario de manera extraordinaria.  Bien es verdad que la admiración que despertó María a través de los siglos, la haya idealizado tanto en su aspecto físico, que es merecido objeto de admiración a través del arte. Y así, podemos contemplar en esta belleza e incluso riqueza externa de la imaginería, la proyección de la piedad popular. Sin duda que los diferentes autores quisieron proyectar en su obra la riqueza interior de María.

Volvemos a la sencillez de las dos mujeres que nos presenta el relato de Lucas. Se destaca en él, el encuentro y reconocimiento agradecido a Dios. María va al encuentro de su prima, reconoce la obra de Dios en su vida. “… ha hecho obras grandes en mí” y lo hace con sencillez y humildad. Isabel reconoce en María a una persona más grande que ella “bendita Tú” y su vientre siente la alegría de la visita.

Reconocer y agradecer nuestros dones y los de los demás es uno de los aspectos que quisiera destacar. Reconocimiento y agradecimiento a Dios por lo que ha hecho en nosotros. Nos sitúa en una actitud humilde, el Poderoso ha hecho obras grandes en mí, en nosotras, en la Congregación, y también en los demás, en las personas que nos rodean, hermanas, comunidad.

Y por último, ¿qué es lo que Dios quiso premiar en María? Porque la Asunción es el triunfo de su pobreza y pequeñez, de su disponibilidad a los planes de Dios, del silencio sin comprender, de la espera confiada, del sufrimiento al pie de la cruz, de… Y entona un cántico en la que expresa los deseos de Dios, el mundo que El quiere, y la obra que ha realizado en Ella.

Estos son algunos aspectos del “currículo” de María por el que Dios elevó también su cuerpo para tenerla junto a su Hijo.

Y mientras muchos pueblos están en fiesta y bailan de alegría festejando a la Virgen de la Asunción, que nosotras nos sintamos también en fiesta agradecida por pertenecer a esta familia cuyo cumpleaños celebramos hoy.

H. María Victoria Sánchez Urrutia

Dominica de la Anunciata