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COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 7º DOMINGO CICLO A

18 febrero, 2020

Levítico 19, 1-2. 17-18
Sal 102, 1-2. 3-4. 8 y 10. 12-13
1 Corintios 3, 16-23
Mateo 5, 38-48

Cambiar lo viejo por lo nuevo, para asemejarnos un poco más a nuestro Padre celestial es la finalidad de la enseñanza de Jesús que siempre nos orienta, no a su persona, sino a la del Padre. Y para llegar a eso nos invita a una verdadera revolución, a una desestructuración de las antiguas costumbres a la hora de gestionar conflictos, para reconstruir todo desde la misericordia.

En el Evangelio, vemos a Jesús dar completamente la vuelta a la tradicional ley del talión con su justicia retributiva, que en la antigua alianza degeneraba en venganzas contra el hermano. Con la expresión “Habéis oído que se dijo… pero yo os digo”, Jesús invita a su auditorio a un cambio radical de mentalidad respeto a lo que siempre han conocido y vivido. Es una tarea difícil que no se hace contra el otro sino contra sí mismo, cambiando la manera de pensar y de actuar. A nosotros que le escuchamos hoy, este cambio al que nos invita, supone una revolución interior -que supera el sentimiento de venganza ante una ofensa-, para darlo todo al que no se lo merece, solo por amor.

Jesús nos hace entender que para aliviar el dolor sufrido no hace falta devolver el daño hecho, es preciso diferenciar la justicia de la venganza. Pues la venganza es un acto injusto, entrena al odio y engendra una cadena de mal que destroza el corazón humano. Es mejor actuar con misericordia y romper con esta cadena del mal.  Jesús no dice que no podemos pedir justicia. ¡Claro que tenemos que buscar siempre la justicia que libera!. Lo que Él no quiere, es que gastemos energías en peleas interminables haciéndonos más daño. Porque el dolor no se cura con el dolor, sino con ternura. Del mismo modo que el fuego no se apaga con fuego, sino con agua, y esta agua dulce y suave es nuestra entrega que se manifestará en una respuesta de amor, de perdón y  de solidaridad con el prójimo. Superando el instinto de reaccionar agresivamente ante una ofensa dolorosa.

 Más bien sabe Jesús que la venganza y el rencor no soluciona nada, al contrario, nos hacen esclavos con un vacío por dentro. En cambio si damos paso al perdón, nos liberamos y llenamos este vacío con el amor ofrecido. Las cosas cambiarán realmente cuando ante la ofensa, la música de fondo de nuestras vidas, mientras pasa el tiempo con su flujo de acontecimientos, sea el perdón. Así llegaremos a amar, como hijos de Dios, incluso a los enemigos, a rezar y cuidar de ellos ya que Dios es perfecto por ser todo amor. Nos abriremos entonces al amor que nos ayudará a pasar de la superficialidad a lo profundo, para ver más allá de la realidad vivida o sufrida, para abrir el corazón a una generosidad que cruza las fronteras. Porque la finalidad de esta enseñanza de Jesús es que descubramos el rostro misericordioso del padre que nos ama a todos por igual llamándonos a la misma santidad. Y siendo sus hijos no podemos hacer menos. Ojala elijamos el camino hacia la verdadera justicia que se busca a través de un profundo deseo de santidad, sabiendo que el odio es nuestro mayor enemigo y el amor nuestra vocación.

Que el Señor comunique a nuestras almas un rayo del fuego de su amor, para que tengamos bastante para compartir con todos, -incluso con los que menos amamos-, como hijos del mismo Padre.

¡Feliz Domingo a todos y a todas!

Hna. Gladys

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