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COMENTARIO AL DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO

25 junio, 2019

Lc 9, 51-62:

  “Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de Él. Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: “Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?”. Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno: “Te seguiré adondequiera que vayas”. Jesús le respondió: “Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielos nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. A otro le dijo: “Sígueme”. Él respondió: “Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre”. Le contestó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios”. Otro le dijo: “Te seguiré, Señor, pero déjame primero despedirme de los de mi casa”. Jesús le contestó: “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios.”

Al principio de este evangelio de S. Lucas llama la atención que Jesús toma la decisión de ir a Jerusalén. ¿Acaso no sabía lo que le esperaba allí?… Él opta desde su libertad y elige conscientemente acudir aun sabiendo que va a ser rechazado.

Jesús ya había hablado a sus discípulos de su muerte en Jerusalén, allí tendrá lugar el cumplimiento de las promesas.

Advertimos dos partes:

  • Rechazo de los samaritanos a Jesús: Ha terminado su misión en Galilea y va a Jerusalén donde será rechazado por los jefes religiosos del pueblo judío.

Los samaritanos no se llevaban bien con los judíos. No recibieron a Jesús. La actitud de Santiago y Juan es reprendida por Jesús. Él no quiere castigar su conducta. Les enseña una vez más que el cristiano ha de caracterizarse por el amor.

  • Radicalidad en el seguimiento: Jesús para los que quieren seguirle, establece prioridades, no admite dilaciones ni otros compromisos. Debe existir el desapego de las cosas materiales y de los afectos. No puede haber obstáculo a la llamada de Jesús.

Nuestra vocación no es renuncia, sino elección. No podemos vivir pensando en lo que hemos dejado, sino poner los ojos en la meta de la resurrección y del encuentro con el Señor. Si estamos centradas en Dios, nada de lo que tenemos o vivimos puede tener un valor absoluto. Aquí entra en juego nuestra libertad, entendida según el Espíritu de Dios. Es la libertad del que cumple la voluntad de Dios, del que le ama a Él y a sus hermanos. Es la identificación con el bien y la verdad, con la ley evangélica del amor.

Las obligaciones generan tristeza, la ley del Señor es gozo y fortaleza. A veces nos quedamos en el cumplimiento de rezos, de normas, de tareas. Nos falta Espíritu. Hemos de poner vida en todo lo que hacemos. De esta manera, cuando no vivimos desde la añoranza de lo que hemos dejado, cuando no dudamos del amor que nos espera, cuando nuestra nostalgia no es por la renuncia, entonces, sólo entonces nuestro corazón estará alegre, rebosará del gozo del que sabe que “ha elegido la mejor parte”.

Puede que con el paso del tiempo nos hayamos situado en la comodidad, hemos buscado seguridades, nos hemos instalado en una forma de vida, que puede que tenga poco que ver con la radicalidad del evangelio. El Señor nos llama de nuevo a la inseguridad, a la búsqueda, al desasosiego por el Reino de Dios.

Jesús en el evangelio, prepara a los seguidores para la misión. No admite esperas, ni se hace compatible con otras opciones posibles. Necesita nuestra decisión firme y decidida que se mantenga a lo largo del tiempo. Exige fidelidad.

Nuevamente hoy, después de aquella primera decisión, la lectura nos invita a redefinir nuestra relación con la familia, con el pasado y con el presente. ¿Me atan?… Entonces no  tienen que ver con Dios. La relación con él está marcada por el Amor que libera, por la responsabilidad que se hace ligera en sus manos, por la duda que Jesús convierte en certeza. “Sé de quién me he fiado”.

Hna. Loli Virgel · Provincia “Santo Domingo”