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CELEBRANTE Y EFICACIA DEL SACRAMENTO

21 septiembre, 2023

Es posible que muchos de mis lectores hayan escuchado que los sacramentos actúan “ex opere operato”. Con esta fórmula latina, empleada por el concilio de Trento, se quiere indicar que el sacramento actúa independientemente de las disposiciones y de la santidad personal del ministro, con tal de que el ministro lo celebre debidamente. Esto es verdad, pero no es toda la verdad. Pues los frutos del sacramento dependen también de las disposiciones del que los recibe. El sacramento transmite la gracia (el amor de Dios), pero además de otorgada, la gracia debe ser acogida. Y la acogida depende del acogedor. San Agustín, para explicar esto, utiliza la imagen del recipiente: si te acercas a una fuente con un recipiente pequeño recogerás una pequeña cantidad de agua; si el recipiente es grande, recogerás mucha agua. Pues bien, el recipiente son los deseos con los que uno se acerca al sacramento.

Pero aún hay que decir algo más. Porque los deseos pueden ser obstaculizados, purificados o estimulados según las actitudes de quién administra el sacramento. El caso de la homilía, que ayuda a vivir más intensamente la eucaristía, es quizás el ejemplo más claro: la homilía no suena igual, ni tiene la misma fuerza, si el que la pronuncia se ha preparado bien, tanto intelectual como espiritualmente, que si uno la improvisa. De la misma manera la preparación para recibir el bautismo influye en las disposiciones del que debe bautizarse; o la buena acogida y las palabras misericordiosas y comprensivas ayudan al penitente a recibir con más alegría y con más fruto el perdón, porque esas palabras y esa acogida influyen y mejoran las disposiciones del que se confiesa.

Las disposiciones personales dependen también de la acción de los demás, de una buena homilía, una buena catequesis, una palabra de comprensión, un buen testimonio. Se comprende así la responsabilidad de los presbíteros y de los responsables de las comunidades cristianas. Ellos influyen para bien y para mal en la fe de los fieles. A este respecto, recuerdo que una persona me contó que se había confesado, pero que el sacerdote le había dado la absolución de forma rápida y breve, sin la fórmula ritual con la que la solía recibir habitualmente. Esa persona me preguntaba si había recibido adecuadamente el sacramento. Más aún, me pedía a mi que le diera de nuevo la absolución. Le tranquilicé y le convencí de que la absolución recibida era válida y no era necesario que se confesara de nuevo. Pero eso no quita que esa absolución válida podía haber sido administrada mucho mejor.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: nihilobstat