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ANUNCIATA MISIONERA · TESTIMONIO V

13 noviembre, 2019

Última parte del testimonio de nuestra Hna. Mª Pilar Medrano Pascual (Burgos 1936-Valladolid 2017), misionera en San José de Boquerón, zona muy aislada y empobrecida del Norte Argentino. En el link se puede descargar el relato completo, del que se han extraído las cinco partes presentadas en esta web en ocasión del Mes Misionero.

 Parte 5 – LA GENTE

 «Quien ama se pone en movimiento, sale de sí mismo, es atraído y atrae, se da al otro y teje relaciones que generan vida» (Papa Francisco).

La abuela. Junto con su esposo, dos personajes que parecían venir del Antiguo Testamento, llenaron los años de mi vida en esa escuela. Él con sus grandes mostachos y su silencio.  Ella con su eterna sonrisa, su andar garboso, sus años que ni ella sabía pero que podían ser cerca de noventa. Llevaba una larga trenza y su rostro hecho de mil arrugas era pura mezcla de algún indio y mestizo. Nos llegamos a querer tanto como yo pude amar a mi madre. De lejos escuchaba el ruido del motor y ya estaba ella con un jarrito de un té que hacía para mí y decía era para el corazón y qué cosas más. A veces ya estábamos cantando el himno patrio, algo sagrado en Argentina, y lo mismo aparecía ella y con sus “buenos días”, se acercaba a mí, los niños seguían cantando y yo con el jarro en la mano tratando de meter a la abuela en el rito patrio… Cuando ya nos dábamos el merecido descanso, luego que ya todos los niños habían sido atendidos, salíamos al recreo.  Los varones con la pelota y todas las niñas me seguían hasta el rancho de los abuelos; ahí tenía la silla mejor; todo era hecho por ellos; ya la abuela tenía a punto la latita con las brasas, la tetera a punto y empezaba ese mate tan dulce y cebado con una elegancia que ya quisieran muchas clases sociales altas poseerlas. Es algo que me llamaba la atención: esa elegancia que da la nobleza de la persona que noAbuela depende del dinero sino que surge desde muy adentro. Porque si de pobreza se habla, no creo que la pudiera haber mayor; un rancho semi derruido donde no se veía apenas nada; yo le iba llevando algo de comer que completara un algo lo poco que poseían. En el medio del patrio había un gran mortero hecho de madera y allí pasaba sus ratos moliendo algarrobas o maíz; alguna vez mataba una gallina y poco más era su alimento. A la sombra del árbol la encontraba a veces tejiendo un telar, también artesanal, o con una rueca preparando la lana que luego teñía con tintes que sacaba de alguna planta. Terminó una frazada y se empeñó en dármela, ella no tenía pero tuve que aceptarla y la puse en mi cama.  Cuando se puso tan enferma que ya creíamos moría aproveché para taparla con ella y cuando después de días y de mucha atención de la hermana enfermera, volvió en sí, me sonrió acariciando la manta. Yo le decía: «abuela, tiene que ponerse bien pues yo la necesito y debemos volver a nuestros mates». Y revivió; sé que Dios le dio todo el tiempo de vida para cuidarme y cuando ya me fui, me llegó un día la escueta noticia: murió la abuela; y yo sentí como si algo maravilloso en mi vida se hubiera ido junto con el recuerdo de mis niños, la alegría de las fiestas, el cariño de aquellas gentes tan profundo y verdadero.

El cariño de los niños. Los niños eran muy sobrios en su manera de expresar el cariño. Tampoco en su familia lo aprendían, pero a su modo lo hacían. Recuerdo que un día se puso para llover. Yo sabía que a las pocas gotas de agua que cayeran el coche no podría salir ya que era tierra salitrosa que se ponía como jabón y te ibas de un lado a otro como en pista de patines. Traté  de apurar la comida y demás para marcharme rápido pero ya vi que no podría por lo que pensé en resignarme. De pronto, me vienen unos niños más grandes y me dicen: «hermana, nosotros le ayudaremos»; se remangan los pantalones, se descalzan y empiezan a empujar el coche. Me daba pena cómo se iban llenando de barro y de cansancio, pero ellos seguían como si nada; así unos siete km… y luego ya pude seguir. Cariño profundo y silencioso… Era lo que tenían y la manera de decirme lo que me querían.

Las familias de mis niños. (…)

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Leer el relato completo de la Historia de la Hna.  Pilar Medrano que se ha ido publicando aquí