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COMENTARIO AL EVANGELIO DEL XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

13 noviembre, 2019

Lucas 21, 5-19

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas

¿A qué modo de perseverancia se refiere Jesús en este texto, ayer y hoy?

En primer lugar, en el Evangelio de Lucas encontramos como en los otros evangelios sinópticos, una prevalencia del lenguaje apocalíptico y una antología de avisos y advertencias sobre las realidades últimas que conocemos bajo el nombre de escatología.

La liturgia de la Iglesia retoma en este tiempo previo a la llegada de Jesucristo Rey del Universo que celebraremos pronto, ese mismo lenguaje apocalíptico lleno de predicciones.  Lejos de pretender infundir temor y sobresalto frente a los dramas humanos y catástrofes naturales, lo que encierra es el valor de la perseverancia, de la fortaleza en la esperanza y ésta, contra toda esperanza.

¡Qué difícil es hoy hablar y predicar sobre la esperanza en medio de un mundo que se aleja cada vez más de aquello que podría ser lo mejor para todos…!  Cuando llega el tiempo de prueba por una enfermedad, una adversidad, un fracaso, una desdicha… la respuesta no puede ser de violencia, angustia o depresión y de repliegue sobre sí. Asistimos hoy a una realidad apocalíptica que supera el lenguaje que nos presenta Lucas: lo que oímos, lo que contemplamos, lo que experimentamos… resume la misma angustia que aquellos oyentes de Jesús “parece que lo peor se nos viene encima, está ya cerca de nosotros”: Maestro ¿cuándo va a ser eso?

Jesús no pretende inquietar por la predicción sino que nos ofrece una predicación comparable al grano de trigo enterrado, al grano de mostaza, a la poca levadura… en apariencia sencilla, discreta, pequeña y sin embargo, son capaces de resistir a la tierra, a la masa venciendo la impotencia para generar una vida nueva y crecer en plenitud.

La perseverancia pues, se traduce en trabajo callado, en esfuerzo tenaz, en espera paciente pues el Reino de Dios viene sin dejarse sentir… porque está ya entre vosotros o dentro de vosotros como aparece en Lucas 17, 20-21. Si la Palabra encarnada está cerca de nosotros, está en nuestros labios y en nuestro corazón, no nos dejemos abrumar por lo efímero y por lo ilusorio.

Jesús dirige sus palabras a los que están llamados a vencer a pesar de las adversidades o reveses de la vida, y lo hace con esa radicalidad llena de ternura y de compasión hacia todos: los que perseveren “ni un solo cabello de su cabeza perecerá”. Esto significa que todo nuestro ser, nuestro cuerpo y nuestro espíritu está en manos de Dios, está al cuidado de Dios, anunciándonos la vida que vence a la muerte. Es la Palabra de Dios la que no pasa frente a todas las potencias, imperios, riquezas, doctrinas… por eso Jesús nos enseña a poner todas las energías y arraigar nuestro compromiso en nuestra vocación última que es la vida en plenitud.

De este modo nos encaminamos al final del año litúrgico que nos abre a un tiempo de esperanza como es el Adviento y la actitud más evangélica es la de la perseverancia del corazón, la permanencia en la confianza en Dios más que en los pronósticos humanos.

Hoy celebramos la III Jornada Mundial de los pobres, de aquellas personas que sólo poseen confianza en Dios, abandono en quien es Padre y verdadera riqueza. Al mismo tiempo que ponemos nuestra mirada en ellos, nuestro deseo y oración tiene que ser la perseverancia en la justicia y la verdad hasta devolverles lo que les pertenece por dignidad y por derecho.

Hermana Mª José Abad