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Con la llegada del Reino se hace presente el amor de Dios, un amor comprensivo y sin medida; un amor que rompe las leyes de la correspondencia porque su amor hacia cada uno de nosotros es gratuito. Oremos.

Padre, concédenos los ritmos de tu querer. Que la Iglesia vaya por delante en el amor al prójimo, en la acogida a los excluidos, en la defensa de los sin-defensa, en la lucha por la paz y la justicia.

Padre, concédenos los ritmos de tu querer. Que los cristianos destaquemos por nuestros gestos de perdón, de acogida, de liberación, de amor sin límites.

Padre, concédenos los ritmos de tu querer. Que todos los hombres y mujeres de ésta parte del mundo seamos muy conscientes de nuestra responsabilidad en la vida de los hombres y mujeres de la otra parte del mundo.

Padre, concédenos los ritmos de tu querer. Que la paz sea posible, que las fronteras desaparezcan, que abramos nuestros corazones, países y hogares a los refugiados, que no descansemos hasta que la justicia y la paz sean realidades en la tierra.

Padre, concédenos los ritmos de tu querer. Que todos nosotros seamos signos cercanos del amor cristiano, de ese amor que nace en nuestro corazón y que es reflejo del amor del Padre y que se traduce en afecto cordial y misericordia.

Padre, concédenos los ritmos de tu querer. Padre bueno, ensancha nuestro corazón para que seamos capaces de amar a tu estilo: perdonando siempre, ofreciendo salud, engendrando vida. Nos has regalado a tu hijo para que veamos que es posible amar a tu estilo. Te damos las gracias porque confías en nosotros.

Tomado de Fe cansada