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COMENTARIO AL EVANGELIO XXXI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO CICLO C

1 noviembre, 2019

… “Así como la lluvia desciende del cielo y no vuelve a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador, así sucede con la palabra que sale de mi boca, ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé”… Is. 55, 10 – 11.

La Palabra de Dios si la dejamos entrar y habitar en nuestro corazón es fecunda y produce frutos. Con esta mirada veamos hoy la Palabra de Dios de este domingo “La conversión de Zaqueo”.

Jesús se detiene y mira a Zaqueo. Lo mira con ojos de misericordia (Lc. 19, 5); lo mira como nunca nadie lo había mirado antes. Y esa mirada abre su corazón, lo sana, lo hace libre y le da una nueva vida, no piensa ya en su propio dinero sino en el sufrimiento de los demás. Así también Jesús mira a Pedro, María Magdalena, Bartimeo y lo mismo hace con cada uno de nosotros.

En nuestra historia personal muchos podemos sentirnos como Zaqueo: “yo soy un pecador, pero Jesús pone su mirada misericordiosa en mi vida y me sana

El amor del Señor nos precede, su mirada se adelanta a nuestra necesidad. Mira más allá de nuestro pecado, del fracaso, de la indignidad. Mira nuestra dignidad de hijos. Él viene a devolvernos la dignidad que nos permite cambiar y vivir con más profundidad nuestra fe y amor a nosotros mismos y a los demás (Lc. 19, 8). … “Pues el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido”…

Demos gracias a Dios por su mirada amorosa y misericordiosa en nuestra vida, demos gracias por las veces en que sentimos como Zaqueo, que Jesús nos mira desde lo más hondo de nuestro ser y nos dice… “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”…

Lo que Jesús deja bien de manifiesto en esta frase es que todos fallamos y todos necesitamos ser recuperados. Claro que sólo el que tiene conciencia de estar enfermo está dispuesto a buscar un médico.

S-Martin-PorresHoy también la Iglesia recuerda a San Martín de Porres. Un santo que supo mirar con amor el pecado y la enfermedad.  Decía su santidad Juan XXIII, en la homilía de canonización:

Martín, con el ejemplo de su vida, nos demuestra que es posible conseguir la salvación y la santidad por el camino que Cristo enseña: si ante todo amamos a Dios de todo corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente; y, en segundo lugar, si amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Cf. Mt 22, 36-38). 

San Martín, siguiendo las enseñanzas del Divino Maestro, amó con profunda caridad, nacida de una fe inquebrantable y de un corazón desprendido a sus hermanos. Amaba a los hombres porque los juzgaba hermanos suyos por ser hijos de Dios; más aún, los amaba más que a sí mismo, pues en su humildad juzgaba a todos más justos y mejores que él. Amaba a sus prójimos con la benevolencia propia de los héroes de la fe cristiana.

Excusaba las faltas de los demás; perdonaba duras injurias, estando persuadido de que era digno  de mayores penas por sus pecados; procuraba traer al buen camino con todas sus fuerzas a los pecadores; asistía complaciente a los enfermos; proporcionaba comida, vestidos y medicinas a los débiles; favorecía con todas sus fuerzas a los campesinos, a los negros y a los mestizos que en aquel tiempo desempeñaban los más bajos oficios, de tal manera que fue llamado por la voz popular Martín de la Caridad.

Con San Martín de Porres, pidamos hoy la gracia de saber mirar a todo hermano y hermana con la mirada misericordiosa de Jesús.

Hna. Susana Fernández

Provincia Santa Rosa de Lima