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RETIRO XI – ¿CÓMO HAREMOS UNA NOCHE DE PAZ QUE NOS CONDUZCA AL ALBA?

1 diciembre, 2023

¿CÓMO HAREMOS UNA NOCHE DE PAZ QUE NOS CONDUZCA AL ALBA?

Llegamos al final de este año en que estuvimos caminando con las Mujeres del Alba. Y cómo no hacer presente en este tiempo de Adviento a aquella mujer que sostuvo la esperanza entre sus brazos desde Nazareth, cuando recibió el anuncio del Ángel hasta el sepulcro vacío. Sí, hoy caminaremos con María de Nazareth, la mujer de la esperanza.

Todo cambio, todo proyecto, todo viaje, tiene un punto de partida que lo condiciona y un objetivo o punto de llegada que lo determina ¿Qué es la encarnación, el nacimiento de Dios hecho hombre, hecho niño entre nosotros? Es el cumplimiento de un plan de Dios del que poco se puede decir.

“Un día, el Señor le dijo a Abraham: Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te voy a mostrar. Con tus descendientes voy a formar una gran nación, voy a bendecirte y hacerte famoso” Gn. 12,1-2.  No está claro el porqué de ese gesto divino. ¿No habría otro modo, otra manera de hacer realidad la salvación del género humano por parte de Yahvé-Dios?… Quizá sí, pero Yahvé-Dios eligió éste.  “Serás una bendición para otros. Por medio de ti bendeciré a todas las familias del mundo. Partió Abraham tal como el Señor se lo había ordenado” Gn. 12, 3-4. Desde ese momento el hombre sabe que no debe buscar a Dios más allá de las nubes, Dios camina con él, debe escudriñar la historia, mirar y ahondar la realidad que lo rodea. Los acontecimientos de su alrededor hablan. Más adelante Dios irá renovando y afirmando su elección

Hay que prestar atención a la vida y su devenir. Esta alianza expresa el amor de Dios por el ser humano que si bien no aclara la situación, sí, da lugar a una expectativa y una esperanza por parte del hombre que será mantenida viva por el envío sucesivo de profetas, anunciadores que cada poco recuerdan y van puntualizando al pueblo este camino que Dios va presentando. Abraham comienza a dejar señales, parece que Dios y Abraham juntan piedras para erigir altares que serán recuerdo de encuentros, de momentos, de situaciones, hitos del camino de un Dios que se puso a caminar junto a la humanidad, haciendo del camino un rastro de salvación (Cfr. Gn. 12, 7).  Estos altares recordarán y presentarán un escenario inimaginable de amor, misericordia y fidelidad de Dios con el hombre y la mujer, a través de las vicisitudes del caminar  de ese pueblo: Israel.

Los anuncios de los profetas darán   gran fuerza y esperanza que afirmarán el camino de ese pueblo que a lo largo de los siglos crecerá en identidad propia: es el pueblo elegido entre todas las naciones. El lugar donde Dios se irá mostrando con los acontecimientos de una historia que pasa a ser historia de salvación. La historia de salvación de la humanidad y, por tanto, historia de cada ser humano que camina tras las promesas. Esto hace partícipe no solo a ese pueblo sino a cada ser humano que a lo largo de la historia se ponga en marcha detrás de las promesas de Yahvé.

Desde el principio se presentan dificultades para Dios y los diversos actores a quienes Dios llama a participar activamente en su promesa de Salvación: Llama a Abrahán como padre y origen del pueblo, pero su esposa, Sara es estéril, no puede tener descendencia, ¿no lo sabía Yahvé? Esta situación,  hace necesaria   una especial intervención divina. (Gn 17,15-19). Dios está cerca, interviene. Esta historia y estos acontecimientos confirman la fe de Israel y se tornan sagrados para el pueblo que los hace oración y canto: constituyendo el libro de los salmos. El pueblo reza con su historia.

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