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COMENTARIO DE LA PALABRA – IV DOMINGO DE CUARESMA – CICLO B 2024

5 marzo, 2024

En este cuarto domingo de Cuaresma, donde la Liturgia nos invita a alegrarnos porque se acerca la Pascua, el Día de la Victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, la invitación de Jesús es luminosa: ¡hay que ir hacia la Luz! ¿No es precisamente por eso por lo que resuena la Cuaresma en este domingo de Laetare, de alegría?

La primera lectura del segundo libro de las crónicas señala la infidelidad desenfrenada del pueblo de Dios a todos los niveles: la destrucción de los templos de Dios, el desprecio de su palabra y de sus mensajes… Pero Dios nunca abandona a su pueblo y, a pesar de la muerte en la que se ha sumido, lo salvará y lo hará volver a la Tierra Prometida por medio de su siervo Ciro, rey de los persas.

Aunque el autor del texto se encuentre en un contexto muy concreto, hoy se cometen los mismos errores: la violación de monjas, el desprecio de los hombres de Dios. Nos corresponde a cada uno de nosotros preguntarnos cómo nos comportamos ante estas acciones. A pesar de nuestra infidelidad, que parece no tener remedio, Dios no permanece distante ni sordo, pues es fiel y misericordioso cuando clamamos a Él, y la segunda lectura de la carta de San Pablo a los Efesios lo subraya muy bien. Dios es rico en misericordia, no por nuestros méritos, sino por su amor hacia nosotros, que se realiza a lo largo de los siglos y revela la infinita riqueza de su gracia hacia cada uno de nosotros.

En el Evangelio según San Juan, Dios nos invita a dirigirnos a Él cuando nuestra esperanza parece vacía, cuando la noche parece indefinida, cuando nuestro desierto parece extenderse a lo largo de kilómetros interminables. Este es el sentido de la serpiente de bronce que Moisés levantó en el desierto. La serpiente es un símbolo de vida porque, al cambiar la superficie de su piel varias veces al año, parece poseer una juventud perpetua. Para los israelitas, recurrir a la serpiente de bronce significaba reconocer que sólo Dios podía salvarlos.

Lo que era sólo una imagen se convierte en realidad con Jesús. Los que se vuelven a él, es decir, los que creen en él, no obtienen una salvación temporal, sino la vida eterna. Esto nos recuerda que la fe cristiana no es ante todo una adhesión a ideas, sino a la persona de Jesús muerto y resucitado. Él es la expresión perfecta del plan de Dios para la humanidad: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna».

Podemos preferir la oscuridad, pero quien hace esa elección se pierde en la noche. Jesús es luz. Creer en él es poner toda la vida en esa luz y encontrar el camino de la eternidad.

Hagamos todos un examen de conciencia:

  • ¿Estamos realmente dispuestos a mantener la fe frente a tantas voces que nos comprometen?
  • ¿Estamos leyendo la actualidad para discernir los signos de Cristo en acción en el mundo de hoy?
  • ¿Será nuestra confesión pascual este acto de confianza?

Que el Señor, por intercesión de la Virgen María, nos ayude a proclamar nuestra fe a pesar de las vicisitudes de este mundo, día tras día. Amén.

Hna. Martine LEVRY
Comunidad de Abidjan
Vicariat Saint François Coll