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COMENTARIO DE LA PALABRA – DOMINGO DE RESURRECCIÓN 2024

30 marzo, 2024

Hch 10,34a. 37-43
Sl 117
Cl 3,1-4
Jn 20,1-9

¡La victoria de la vida, pues Él está vivo!   ¡El Señor ha resucitado verdaderamente, aleluya!

Estamos en el día de Pascua, el día más solemne de nuestra liturgia. El mensaje de las fiestas pascuales siempre nos hace pensar: Jesús, el hombre-Dios, vence la muerte, haciendo  surgir una  vida nueva  en Él. Con alegría cantamos: “Este es el día que el Señor nos ha hecho, alegrémonos y alegrémonos en Él”.

La primera lectura de hoy nos recuerda uno de los discursos más conmovedores de Pedro sobre la resurrección de Jesús. «Dios lo resucitó al tercer día, dándole para que se revelara a los testigos que Dios había escogido, a nosotros que comimos y bebimos con Jesús después que resucitó de entre los muertos» (Hechos 10:40-41). Estas palabras expresan la emoción y el coraje de Pedro como uno de los primeros testigos de los que fue testigo. Y continúa diciendo: «Pasó por el mundo haciendo el bien, para decir: hizo de su vida un don total a Dios y a la humanidad.  Por su fidelidad hasta la cruz, el Padre, cumpliendo su promesa, lo resucitó haciendo entrar en la eternidad, en su gloria.

En la segunda lectura, Pablo nos invita a vivir una nueva vida en Cristo: «Si habéis resucitado con Cristo, esforzaos por alcanzar las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios». Celebremos la Pascua con alegría, perdonémonos unas a otras, abracémonos y démonos la paz.

El Evangelio de hoy nos dice que en la mañana, del primer de la semana, cuando aún estaba oscuro, aquellas mujeres intrépidas y confiadas fueron a la tumba. Allí encuentran los signos de Cristo resucitado, el comienzo de un nuevo ciclo de la historia. Al ver que la piedra había sido removida del sepulcro, corrieron a decir a Pedro y a Juan: «Habéis sacado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo habéis puesto» (Jn 20, 2). Los dos corrieron hacia la tumba y al entrar en la tumba, observaron cómo había panales en el suelo y la sábana… (Jn 20,6-7). Vio y creyó». Este es el primer acto de fe de la Iglesia naciente en Cristo resucitado, mujeres que, movidas por un gran amor, llevan perfumes y no temen el peligro, la amenaza, el descrédito; también la audacia de los dos discípulos que corren hacia la tumba para certificar lo que dicen esas mujeres.

Nosotras y toda la Iglesia herederas y portadoras de este Kerigma, después de haber pasado la Cuaresma y la Pasión, podemos cantar con fuerza el himno de la victoria: ¡Ha resucitado! Y ¡está vivo entre nosotros!

Podemos afirmar que la resurrección del Señor es el núcleo central de nuestra fe, que somos seguidoras, seguidores del Maestro de Nazaret, del Crucificado en Jerusalén y del Resucitado en el primer día de la semana. Es por esta fe en la encarnación-resurrección de Jesús que comprometemos toda nuestra vida, hoy somos las, los predicadores de este gran misterio.

Esta es nuestra esperanza: Él Resucitó de entre los muertos y siempre está con nosotras. Este misterio se cumple cada día en la Eucaristía. ¡La muerte fue vencida!

El teólogo Antonio Pagola nos dice:

“Creer en el Resucitado es saber descubrirlo vivo en el último y más pequeño de los hermanos, llamándonos a la compasión y la solidaridad.
Creer en el Resucitado es creer que él es «el primogénito de entre los muertos», en el que se inicia ya nuestra resurrección y en el que se nos abre ya la posibilidad de vivir eternamente.
Creer en el Resucitado es creer que ni el sufrimiento, ni la injusticia, ni el cáncer, ni el infarto, ni la metralleta, ni la opresión, ni la muerte tienen la última palabra. Solo el Resucitado es Señor de la vida y de la muerte”.

¡Feliz Pascua!

 Hna. Celestina Veloso – Comunidad de Roma