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COMENTARIO AL XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A 2023

26 septiembre, 2023

Lectura del santo evangelio según san Mateo (21,28-32):

En el Evangelio de hoy nuestro Señor nos cuenta la historia de dos hijos. Su padre les pide que vayan a trabajar a la viña. El primero responde de un modo muy poco cortés y un tanto violento: ¡No quiero! “le dice al padre. En cambio, el otro, con palabras muy atentas y comedidas, dignas incluso de un caballero: “Voy, señor” le contesta, pero no va. En cambio, el hijo rebelde y “rezongón” se arrepiente y va a trabajar. Y Cristo pregunta a sus oyentes: “Cuál de los dos hizo lo que quería el padre?”. La respuesta era obvia: el primero. Sus obras lo demostraron.

 El Señor dirige unas palabras muy duras a los sumos sacerdotes y jefes del pueblo que le oían: –“Yo os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios”. ¡Un juicio duro, pero muy certero! ¿Por qué? Porque los pecadores y las prostitutas son como el primer hijo de la parábola: a pesar de que sus palabras no eran las más “bonitas” y adecuadas, ellos hicieron la voluntad del Padre: creyeron en Cristo y se convirtieron ante su predicación.

Mientras que los fariseos y los dirigentes del pueblo judío, que se consideraban muy justos y observantes, y se sentían muy seguros de sí mismos, esos son como el segundo hijo: su “pose” externo es muy respetuoso y comedido, pero NO obedecen a Dios. Y lo que Cristo quería era que hicieran la voluntad del Padre.

Yo creo que lo que nuestro Señor quiere decirnos con esta parábola es, en definitiva, que lo que verdaderamente importa para salvarse no son las palabras, sino las obras. O, mejor: que las palabras y las promesas que hacemos a Dios y a los demás cuentan en la medida en que estas van también respaldadas por nuestras obras y comportamientos. Estas son las que mejor hablan: las obras, no los bonitos discursos; las obras, no los bellos propósitos o los nobles sentimientos, nada más.

Nosotras somos distintas. Muchas veces nuestro egoísmo hace que no acudamos a la invitación de Cristo de ir a trabajar a su lado. Ahora es el tiempo de decirle: “Sí, Señor, ten la seguridad de que acudiré a tu viña para ayudarte”. Necesitamos ingeniárnoslas para ver cómo podemos hacer feliz a la Persona que nos amó y ama tanto, buscando lo que más le agrada. Y lo que Cristo quiere es nuestro corazón y nuestra vida entera, para que trabajemos junto a Él en la viña de nuestro entorno social, para poder realizarnos dándonos a nosotros mismos y ayudar a los demás; dando testimonio de su amor.

Hna. Efigenia Nila Rinon

Provincia «San Martín de Porres»