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2º DOMINGO DE PASCUA O DE LA DIVINA MISERICORDIA -19 DE ABRIL- COMENTARIO

14 abril, 2020

Hechos 2, 42-47
117, 2-4. 13-15. 22-24
1 Pedro 1, 3-9
Juan 20, 19-31

A escasos días de haber celebrado la Resurrección del Señor, la Iglesia nos ayuda a vivir otro gran acontecimiento de fe: la Divina Misericordia del Señor.

En este II Domingo de Pascua las lecturas tomadas de Hch 2, 42- 47; 1de Pe. 1, 3 -9 y Ev de S. Jn 20, 19 -31 nos llevan a interiorizar, reflexionar y celebrar un Pentecostés diferente porque Él nos conduce a las afueras de los templos y sin temor a equivocarme de nosotras mismas… Nos ha tocado, no solo el corazón, sino todos los sentidos ya que sin importar la edad que tengamos, nunca habíamos vivido una resurrección de tal magnitud.  En este acontecimiento hemos experimentado que la resurrección no es un hecho pasado sino presente, real, con sus características particulares que saben a hermandad.

Caminemos de la mano con las lecturas de este Domingo y que la Realidad hable hoy…
No hace mucho las noticias principales eran ya tan repetidas que parecían no tener eco en la sociedad:
Crimen organizado, migrantes, tráfico de personas, de órganos y la última, al menos en América Latina, el movimiento feminista que reclamaba el derecho de respetar la decisión sobre su cuerpo y legalizar el aborto…hoy el mundo giró, giró de una manera radical y habló de otra manera. “Los discípulos que al anochecer tenían la puerta cerrada por miedo” las han abierto y abierto de par en par, hombres y mujeres sin importar razas, credos ayudan a sus hermanos ante esta crisis universal por esta pandemia del coronavirus. Esta realidad ha traído diversas formas creativas de desarrollar la fraternidad sin barreras, sin exclusiones de ninguna clase.
Hoy la misericordia nos habla de un Dios que tiene entrañas, un Dios que empatiza, un Dios que tiene un corazón y que ese corazón es el centro de gravedad de su amor infinito.

La fe en Dios misericordioso hace que desaparezcan los miedos y se abran las puertas a la historia de la reconciliación universal, porque la misericordia con sus obras nos hace experimentar y sentir como Tomás la exclamación “Señor mío y Dios mío” que nace desde adentro.

Hoy a nosotras Dominicas de la Anunciata, la Palabra del Señor nos invita y apremia a estar en la sala para que cuando Jesús llegue y nos muestre sus heridas, la conversión que nos descubre se haga realidad: “renacer a la esperanza de una vida nueva» donde las Hermanas vivamos unidas en comunión fraterna que se nutren con la fracción del Pan, la oración y desde ya recibir el soplo de su Espíritu para llegar a nuestros hermanos y hermanas de misión.
Es válido preguntarnos qué sentimientos hay en nuestros corazones para “tener el atrevimiento” de Tomas, que no se dejó entusiasmar por sus compañeros. Él necesitaba experimentar, a pesar del costo, para llegar a decir “Señor mío y Dios mío”. Y si nuestra respuesta es parecida, dejémonos que nos lleve a servir con autenticidad de vida a nuestros hermanos y hermanas; que la misericordia del Señor nos empuje a salir de nuestra acostumbrada vida “para renacer a la esperanza de una vida nueva” “porque ustedes (nosotras) tienen fe en Dios, él los protege con su poder”
Que nuestros queridos padres Domingo de Guzmán y Francisco Coll con sus sabias palabras de “bajarse de las regias cabalgaduras” y ser “un misionero incansable” nos hagan llegar hasta lo más profundo de nuestras entrañas, dejando que la misericordia del buen Pastor nos abrace tanto que se desborde en el servicio amoroso a nuestros hermanos.

¡Felices Pascuas de Resurrección!

Fraternalmente H. Argelia Vargas Acosta
Provincia San Martín de Porres