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IV DOMINGO DE ADVIENTO · REFLEXION SOBRE LA PALABRA

18 diciembre, 2018

IV DOMINGO DE ADVIENTO

Lucas 1,39-45

Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»

Y llegamos al cuarto domingo de Adviento, el tiempo no se detiene, y en breve celebraremos la Navidad. Cuando caemos en la cuenta de esta realidad, sobre el tiempo y la rapidez con la que pasa, intentamos vivir con más atención las cosas pequeñas que tenemos en la vida.

En la lectura del evangelio de hoy podemos ver como María vivió con intensidad, poniendo atención a cada momento, se nos dice que: fue aprisa a la montaña”, no tenía tiempo que perder… Se sabía ya habitada por la Palabra, podía sentir en su interior toda la fuerza del Espíritu, por eso ella sabe que no va sola, lleva con ella la Buena Noticia.

“Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel”. Su prima Isabel supo enseguida reconocerlo. Nos dice en el texto: “En cuanto Isabel oyó el saludo saltó la criatura en su vientre”. ¡Qué bien se conocía Isabel!  ¡Qué bien supo poner nombre a lo que le pasaba por dentro! La criatura que llevaba con ella le dio un aviso, y ella acogió admirada y sorprendida la vida que su prima María llevaba con ella.

Dios se nos revela así, en lo sencillo y cotidiano, su presencia está en las cosas más comunes, en este texto vemos a dos mujeres que se visitan para ayudarse mutuamente. Visita, alegría, admiración, niños, ayuda mutua, familia… ¿Cuál sería nuestro campo semántico de este adviento para reconocer y admirar su presencia?, tal vez, comunidad, compartir, alegría, ayuda mutua… el Evangelio de Lucas nos invita a que descubramos la presencia de Dios desde dentro.

Cuando Isabel oyó el saludo de María, nos dice el texto que “Se llenó del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!”.  Podemos alabar, bendecir y predicar solo cuando estemos llenas del Espíritu Santo, nuestra misión, nuestra vocación es esta y a esto estamos llamadas: a alabar, bendecir y predicar. Ahí esta Isabel abriendo camino y reconociendo a María como la madre de su Señor: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”.

Este puede ser un buen momento para preguntarnos que provoca en nosotras la escucha de la Palabra, ¿rutina? ¿novedad? ¿cuestiona? Tal vez oímos, pero no entendemos… sabemos como lo vivió Isabel y Juan el Bautista: En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.  Y es que bien sabemos que una palabra cuando nos toca, cuando nos hiere, cuando somos vulnerables a ella, realmente remueve todo lo que hay en lo hondo de nuestro corazón y nos puede hacer “saltar” de alegría, o provocar tristeza, alejamiento. Todo lo que bulle dentro, puede despertarse cuando una palabra nos toca. ¡Dejemos que nuestras palabras sean de bendición, para los otros!. Yo me pregunto si no sería esto lo que le pasó a Isabel cuando oyó a María.  La presencia de su prima hizo que en ella se despertara y se removiera su profundidad. Sentir que daba saltos de alegría, el niño que llevaba dentro, puede ser una manera de decirnos que todo su corazón, toda su profundidad se había removido. Y en mi ¿Qué me hace remover por dentro?

El texto termina diciendo: “Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.» Estas palabras nos centran en lo esencial de nuestra preparación de la Navidad: tiempo de creer, de alabar, de bendecir, de intensificar nuestra fe en Jesús, en Dios Salvador. Dios no nos va a defraudar.

Hna. Belén Quesada

Provincia «Santa Catalina de Siena»