NOTICIAS

COMENTARIO DEL EVANGELIO JUEVES SANTO CICLO B 2024

26 marzo, 2024

Jueves Santo en la Cena del Señor, Juan 13,1-15

El Jueves Santo sintetiza la fe de la comunidad cristiana. Es día de intimidad, de oración, de compromiso fraterno, de alianza, de amor. Recordamos que la eucaristía es el sacramento que hace a la Iglesia. Es memoria pascual del sacrificio nuevo y eterno, del paso de la servidumbre a la libertad de caridad y de vida. Es una enseñanza sobre el servicio y el diálogo, porque es la narración de lo que Jesús hizo por todos nosotros, de su servicio, de su entrega en la cruz. Es el lugar de la fraternidad y el anuncio de que la unidad entre todos es posible.

“Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Juan 13,1). Todos en la vida necesitamos sabernos y sentirnos amados por Dios, el Dios apasionado por la vida que, para darnos vida, por amor, solo por amor, nos entregó a su propio Hijo. Jesús ama. Un amor completo, un amor acabado, un amor perfecto. Por causa de ese amor perfecto lavará los pies a sus discípulos. Toda una lección para nosotros, quizá demasiado tibios para dejarnos llevar por el amor hasta atender lo más bajo, lo más necesitado de solidaridad, de justicia, de bondad de Dios.

Jesús celebra la cena pascual como banquete final del Reino. En ella nos dio las pruebas definitivas de su amor. Nos enseñó a amar hasta la mayor donación y hasta la entrega más generosa. Nos lo dio todo. Reunido con sus discípulos, celebra una vez más la Pascua. Se recuerda el amor de Jesucristo hasta la muerte y su paso victorioso hasta la Vida.

Momento importante de la Cena, el lavatorio de los pies.

El lavatorio de los pies lo celebra la Iglesia Católica como símbolo del amor de Dios. Jesús, con el lavatorio de los pies, nos enseña cuál debe ser el estilo de la comunidad: el servicio y la entrega generosa como fruto del amor mutuo. Al hacerse servidor, Jesús manifiesta su grandeza de muy distinta manera a como acontece en nuestra sociedad. Su amor y su servicio crean las condiciones de igualdad y de libertad entre los seres humanos. Todos somos hijos del mismo Padre. Jesús al lavar los pies de sus discípulos y al compartir la cena con ellos, muestra su amor, un amor que no excluye a nadie, ni siquiera a quien lo iba a entregar.

La actitud de Jesús nos enseña que ni el deseo de hacer el bien justifica ponerse por encima de los demás. Nos enseña la manera de estar ante las debilidades, los defectos e incluso los fallos de nuestros hermanos. Postrados, para comprenderlos y para ayudarles a continuar caminando. El Señor nos llama a bajarnos como condición para servir a los demás. Nos pide que dejemos a un lado todo lo que nos impide vivir como hermanos, para que nos amemos y hagamos lo que Él hizo, perpetuando su presencia entre nosotros: solamente así seremos testigos creíbles. Los otros conocerán que somos de los suyos. El amor manifestado por Jesús en la Última Cena, y vivido cada día en la Iglesia, se convierte en fuente de amor en el corazón de cada uno de nosotros. En medio de la ignorancia y de la amenaza de la traición, Jesús manifiesta la hondura del amor que siente por los suyos lavándoles los pies.

“El que quiera ser grande entre vosotros, que sea el servidor de todos” (Mateo 20,26).

Hoy también celebramos la jornada del amor fraterno, una invitación a recuperar lo esencial de la vida cristiana y de la Iglesia. La única ley que verdaderamente importa es el amor, signo de ser verdaderamente testigos de Jesucristo. Tengamos bien presente que el amor es más que un sentimiento o un ideal abstracto: el amor ha de ser concreto, palpable, eficaz. Para todo ello, es necesario permanecer en Jesús. Ese es el secreto de nuestra alegría y de nuestra fuerza. Son palabras de Jesús: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo, permaneced en mi amor”. Sólo unidos a Él, la vid, la vida es fecunda (cf. Jn 15). No hemos de olvidar que en esta noche Él rezó al Padre por nosotros, por los que creemos en Él y le rogó que permaneciéramos unidos, para que el mundo crea (cf. Jn 17). El amor fraterno se expresa en acogida, y esta, a su vez, en servicio, teniendo una actitud cercana a toda persona que se acerca a nosotros. Unámonos a Él en la oración y en la entrega.

Termino con un poema de Pedro Casaldáliga.

«Mi Cuerpo es Comida»


Mis manos, esas manos y Tus manos
hacemos este Gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida.

El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser Contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo Historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.

(Pedro Casaldáliga)

Hna. Angélica Álvarez

Casas dependientes directamente de la Priora General