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DOMUND: PARA QUE SEAN MIS TESTIGOS

20 octubre, 2022

El domingo, 23 de octubre, la Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de las misiones, conocida también como Domund. El Papa ha propuesto como lema para ese día esta cita del libro de los Hechos (1,8): “Para que sean mis testigos”, palabras que pertenecen al último diálogo que Jesús resucitado tuvo con sus discípulos antes de ascender al cielo. Los evangelios ratifican que las últimas palabras del Resucitado a los suyos se refieren al mandato misional: “Id y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado” (Mt 28,19-20). “Id por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará” (Mc 16,15). “Ellos salieron a predicar por todas partes” (Mc 16,20).

“Todas las gentes”, “todo el mundo”: el encargo de Jesús no tiene límites, alcanza a todas las personas de todos los lugares, culturas y tiempos de la tierra. Este encargo no ha sido encomendado a uno solo, sino a todos los discípulos y discípulas, o sea, a todos los cristianos. La misión no es un asunto individual. Se realiza en comunión con la Iglesia. Al respecto, aclara el Papa que, si hay alguno que en una situación muy particular lleva adelante la misión evangelizadora solo, él la realiza y deberá realizarla siempre en comunión con la Iglesia que lo ha enviado.

Todo cristiano es un misionero, un testigo de Jesucristo, un anunciador del Evangelio. Se comprende así lo que dice el Concilio Vaticano II: “la actividad misionera fluye de la naturaleza misma de la Iglesia”. O lo que dice Juan Pablo II: “La Iglesia es misionera por su propia naturaleza, ya que el mandato de Cristo no es algo contingente y externo, sino que alcanza al corazón mismo de la Iglesia”. Por su parte, Francisco, tras afirmar que “la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia”, invita a poner toda la pastoral “en clave misionera”. En un cristiano, la misión no es algo opcional. Su vida entera, sus palabras y gestos, por sí mismos, son un testimonio que debería, al menos, plantear una pregunta: ¿por qué vive, por qué piensa de esa manera? Si no plantea, explícita o implícitamente esa pregunta, es porque algo falla en su cristianismo.

A propósito del testimonio cristiano, permanece siempre válida la observación de Pablo VI: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio”. Por eso, para la trasmisión de la fe es fundamental el testimonio de vida evangélica de los cristianos. Por otra parte, sigue siendo necesaria la tarea de anunciar la persona y el mensaje de Cristo. Pues como dice san Pablo: “la fe viene de la audición” (Rm 10,17). En esta línea dice Francisco: “En la evangelización, el ejemplo de vida cristiana y el anuncio de Cristo van juntos; uno sirve al otro. Son dos pulmones con los que debe respirar toda comunidad para ser misionera”.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: nihilobstat