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VIVIR «EN MODO AVION»

8 junio, 2019

He oído muchas veces el mismo mensaje mientras el avión rueda hacia la pista de despegue: “Por favor, apague sus dispositivos electrónicos o póngalos en modo avión”. No sé si los pasajeros cumplimos esta advertencia, aunque sospecho que la mayoría lo hace. Con un teléfono inteligente “en modo avión”  es posible usar todas aquellas funciones y aplicaciones que no exigen estar conectados. Uno puede escuchar música almacenada en el dispositivo, usar la calculadora, rezar laudes o vísperas con una aplicación como ePrex, ver las fotos de la galería o repasar los correos electrónicos recibidos antes de la desconexión. Pero no puede usar ninguna aplicación que exija estar conectados a la red. No puede navegar por internet, usar las redes sociales o mandar un mensaje por WhatsApp. Cuando el avión aterriza y abandona la pista principal, la azafata vuelve a lanzar un mensaje parecido a este: “A partir de este momento pueden conectar, si lo desean, sus dispositivos electrónicos”. Muchos pasajeros se suelen adelantar al mensaje. En cuanto el avión toca tierra se desata una prisa incomprensible por conectarse y enviar mensajes del tipo “Ya he aterrizado”, “Salgo enseguida”, “Todo ha ido bien”, etc.

Me parece que el “modo avión” es una metáfora que nos ayuda a entender como solemos comportarnos en nuestra vida ordinaria. A menudo vivimos “en modo avión”; es decir, usamos muchas aplicaciones que no exigen conexión. Nos levantamos por la mañana, desayunamos, vamos al trabajo, ejecutamos otras rutinas y nos dejamos caer sobre el lecho al final de la jornada. Todas estas “aplicaciones” están instaladas en nuestro disco duro, funcionan con normalidad sin tener que conectarnos a ninguna fuente de sentido.En otras palabras, podemos vivir perfectamente “como si Dios no existiera”. Uno puede empezar la jornada sin dar gracias a Dios por la existencia, dando por descontado que tiene derecho a existir. No conozco a nadie que haya sufrido un infarto por el mero hecho de no haberse acordado de Dios al comenzar el día. Los seres humanos podemos funcionar por nuestra cuenta. No necesitamos “conectarnos” a la red de Dios para ejecutar las funciones ordinarias: respirar, comer, hablar, reír, trabajar, divertirnos, etc. Nos acostumbramos de tal modo a esta vida autónoma que puede llegar un momento en el que nos olvidemos completamente de que existe una vida conectada. Vivir “en modo avión” significa vivir solo con nuestras fuerzas, con las aplicaciones que tenemos en nosotros mismos, no necesitar ninguna conexión exterior. Es verdad que de este modo perdemos posibilidades maravillosas, pero quien no las ha explorado nunca tampoco las echa de menos.

Me he preguntado muchas veces qué tiene que suceder para que uno de nosotros “conecte” con esa fuente de sentido y de energía que llamamos Dios. ¿Se trata de un mero aprendizaje que se realiza en familia a partir de la infancia? ¿Es una casualidad –una suerte, si se quiere– que les ocurre a algunas personas y no a otras? ¿Debemos hacer algo para conectarnos o la señal nos llega aunque tengamos nuestro teléfono apagado? Reconozco que la experiencia de la fe es un misterio que nunca acaba de esclarecerse, pero, siguiendo con la metáfora del “modo avión”, creo que Dios emite siempre, que su señal llega a todos los seres humanos, que en cualquier lugar y tiempo hay “cobertura divina”. Él no juega al despiste, no se esconde. Pero a menudo nosotros preferimos funcionar en “modo avión”; es decir, no nos conectamos. Por eso, no captamos la señal de Dios. Nos parece que tenemos más que suficiente con las aplicaciones de nuestro disco duro, que no necesitamos explorar mundos que no están al alcance de nuestra mano (es decir, de nuestra razón y de nuestras emociones). Es una pena, porque, desconectados de Dios, nos privamos de “nuevas aplicaciones” que ensancharían inmensamente nuestro horizonte y que nos permitirían vivir con más sentido, hondura, belleza, bondad, unidad, alegría y esperanza. No es fácil entender por qué muchos seres humanos prefieren vivir “en modo avión”, pero esta es la realidad. Tal vez algún día la señal sea tan insistente que no quede más remedio que conectarse. Entonces, muchas cosas pueden cambiar.

Gonzalo Fernández Sanz cmf

Fuente de la noticia: Vivir en modo avión