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SEMBRANDO LA SEMILLA DE LA ANUNCIATA POR TIERRAS DE VIETNAM

26 noviembre, 2012

Queridas Hermanas. A pocos días de cumplir un año de haber llegado a Filipinas, agradezco a DIOS y a cada una de vosotras por esta gracia que estoy viviendo al compartir la vida, la fe y la misión por estas tierras de Asia.

Del 13 de octubre al 4 de noviembre, las hermanas Cristine (ella viajó unos días antes), La y yo hemos estado en Vietnam. Ha sido una experiencia llena de mucha esperanza y gozo. Vietnam es tierra de Mártires, tierra que ha sufrido mucho por la guerra y los cambios políticos que ha vivido, pero con una gran fe (la población cristiana católica es sólo el 7%).

El objetivo de nuestra misión era seguir conociendo y profundizando la cultura del país; seguir manteniendo los lazos de fraternidad con la familia dominicana, con los sacerdotes diocesanos y otras congregaciones religiosas; visitar a las jóvenes con inquietud vocacional y a la vez la promoción vocacional, en perspectivas de una próxima fundación en dicho país.

Llegar a Vietnam y ser recibidas por la hermana. Cristine y el Sr. Vu Anh Tuan, que es el dueño de la casa que tenemos alquilada, fue de gran alegría. Conforme fueron pasando los días, tuvimos diferentes actividades, era un tanto difícil tener un horario y un programa para llevarlas a cabo (aunque se realizó en un primer momento), pues iban surgiendo imprevistos: imprevistos de los que dábamos gracias a Dios porque eran de ayuda para poder realizar y reforzar otras actividades.

En nuestra casa nos visitaron jóvenes con deseos de ser religiosas y conocer el Carisma de la Anunciata; visitas de sacerdotes (dominicos y diocesanos) que nos brindaron su apoyo (¡y qué apoyo! ¡Dios los bendiga!); de seminaristas y hermanos religiosos. Nosotras visitamos algunas jóvenes vocacionadas, a los frailes Dominicos de la zona en que hemos estado, a sacerdotes diocesanos e incluso al Obispo dominico, así como a algunas familias de las jóvenes con inquietud vocacional, y también familias de nuestras hermanas de origen vietnamita.

Ver y sentir la cercanía de todas las personas con las que compartimos y convivimos durante estos días fue algo que me marcó profundamente y doy gracias a Dios por todas ellas, por su gran generosidad para con nosotras. Y también conocer y escuchar a las jóvenes que están con inquietud hacia la vida religiosa y de manera especial en nuestra Congregación es una gran esperanza. Sigamos orando por todas ellas para que perseveren en su discernimiento vocacional y sean valiente para decir Sí a Dios.

La expresión y la vivencia de la fe de los cristianos católicos en Vietnam son fuertes y te transmiten un gozo que te contagia, que te hace reavivar lo que a tienes, pero se encuentra dormido. Vi y sentí el rostro de Dios de una forma tan especial y no porque Dios no esté en otros lugares, sino que es algo diferente que para mí es difícil expresar y compartir con palabras.

Estoy muy agradecida y emocionada, pero también hay interrogantes; pues así como expreso mi gozo y mi esperanza, expreso mis temores ante una nación con una cultura y un idioma muy diferente a los nuestros. Me sentí muy limitada ante el idioma, pues solo escuchaba y cuando quería compartir algunas palabras me resultaba muy difícil. Yo sé que el idioma no lo es todo pero… Sí que fueron momentos en que sólo le pedía a Dios que me diera fuerzas, paz y valor. En otros momentos pedía por las hermanas Cristine y La que estaban conversando con las personas que nos acompañaban o a quienes visitamos.

Compartir con las hermanas La y Cristine la misión encomendada ha sido muy rica, pues vivimos lo de «un solo cuerpo, una sola fe, un mismo Dios…» una misma misión unidas a todas vosotras, por lo tanto a una misma Congregación Dominicas de la Anunciata.

Ir a Vietnam es un gran reto, pero a la vez una gracia. Nos encomendamos a la protección de la Virgen María, al P. Coll y Santo Domingo en este nuevo horizonte que se está abriendo.¡¡¡Gracias por todo!!! H. Ciry, OP

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