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SAN FRANCISCO COLL: EN LA MESA CON SANTO DOMINGO (II)

14 abril, 2021

En este año jubilar dominicano que se celebra bajo el lema «En la mesa con santo Domingo», continuamos en la tarea de profundizar el aporte del Padre Coll como miembro de la Orden de Predicadores. Siguiendo con la reflexión y cuestionamientos que se hacía Fr. Vincent de Couesnongle O.P., Maestro de la Orden, al acercarse la Beatificación del P. Coll (cuestionamientos que, pese al paso del tiempo, no dejan de ser muy actuales), presentamos en esta segunda entrega el impulso de «predicación itinerante» que nos lega San Francisco Coll. Sus valores propios de santidad dominicana y los desafíos que asumió en su misión pueden inspirar hoy a toda la Familia Dominicana.

«Una defensa de la predicación itinerante

En tiempos del P. Coll la mayor parte de los religiosos, condenados a vivir fuera de su convento, se ponen al servicio de los obispos y aceptan una parroquia, esperando, dentro del corazón de muchos de ellos, ser incardinados a la diócesis. Francisco fue vicario de dos parroquias durante unos doce años, aunque sin dejar de ser dominico.

En esta situación, orgulloso de su título de «fraile predicador», se dedica con todas sus fuerzas a la predicación. Pero esto no llega a satisfacerle. Apenas encuentra un sustituto, deja la parroquia, se libera de todo cargo pastoral y consagra sus restantes 25 años a la «predicación itinerante». Entonces reconoce en la vida que lleva, pobre según el Evangelio y predicando de pueblo en pueblo, el mismo estilo de vida de santo Domingo. Y se siente muy feliz. Tal es el «fraile predicador» que el Santo Padre elevará a los altares.

¿Cuál es, actualmente, la importancia de la predicación itinerante en la Orden? Se suele decir que los párrocos no nos llaman más [para predicar]. En mi visita a las Provincias he tenido ocasión de hablar con algunos religiosos dedicados totalmente a la predicación. Y me ha llamado la atención que, durante la mayor parte del tiempo, no se bastan para responder a todas las demandas. Prueba de que la predicación itinerante es más viva de lo que, a veces, se piensa. Prueba también de que si se sabe proponer una palabra que llegue a los hombres y mujeres de hoy en sus cuestiones, situaciones sociales, problemas de sus respectivas profesiones…, será escuchada y apreciada. ¿Nuestra sensibilidad al mundo moderno y a los diferentes ambientes, es suficiente? ¿Trabajamos bastante para que nuestra palabra resulte actual y viva?

«No se pide ya nuestra predicación…». Mas los verdaderos apóstoles, ¿esperan que se los solicite? Ellos mismos escuchan los gritos que otros no oyen y saben emprender nuevos caminos para llegar al corazón de los hombres.

Ciertamente no se predica sólo desde lo alto de una cátedra, dentro de una iglesia. Los «nuevos lugares» pueden ser muy distintos: por ejemplo, una sala donde se reúnen personas que no suelen verse en otro lugar, así como los sitios donde los hombres y mujeres se encuentran espontáneamente ― y donde es posible intervenir: cine o teleclub, salas de recreación, de grupos informales, etc…― Sin duda, también las situaciones son muy diversas según cada país. Pero la Orden, ¿no debe hacer nada por renovar la predicación?

Nuestro mundo, en continuo desarrollo, deja al descubierto algunos espacios donde Dios parece que está ausente. Evidentemente, todo esto lleva consigo dificultades y problemas, bajo el punto de vista económico en particular, que no son conocidos habitualmente en otros ministerios más estables: una parroquia, una capellanía, la enseñanza de la religión en las escuelas, etc. Pero el P. Coll ha experimentado y amado estas dificultades y estos riesgos. Con plena conciencia y en nombre de su profesión dominicana, ha decidido consagrarse totalmente a la predicación itinerante, siguiendo el estilo de pobreza evangélica que fue propio de Santo Domingo y de sus compañeros. Después de dos mil años, pobreza y predicación van a menudo de la mano. Aceptar ciertos riesgos en este orden de cosas, ¿no es un aspecto de la pobreza evangélica y dominicana, hoy en día?

Y hay algo apasionante en este ministerio de la Palabra: auditorios numerosos y diversos, situaciones nuevas, necesidad de inventiva, alegría de proponer el mensaje de una gracia nueva. Además una predicación, «puesta al día» y «según el estilo dominicano», ¿no llegaría a suscitar vocaciones entre los jóvenes, dándoles a conocer mejor uno de los aspectos más característicos de la Orden?

Predicación itinerante y tenacidad en la vida dominicana: tales son los dos mensajes que nos dirige el P. Coll en la jornada de su beatificación. Mensajes actuales, porque recogen las dos cuestiones que nos interrogan en este momento con agudeza: Nuestra identidad dominicana y nuestra tarea apostólica. Que, por su intercesión, el Beato Francisco Coll nos ayude a entender las palabras vivas que él nos dirige, inscribiéndolas en nuestra vida»[1].

Carta completa en castellano

Carta completa en inglés

[1] Fr. Vincent de Couesnongle O.P.; extractos de la Carta a la Orden «La predicación itinerante», 25/09/1978.