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¿QUE VIDA COMUNITARIA PARA EL SIGLO XXI?

9 noviembre, 2019

José Cristo Rey García Paredes cmf

La humanidad actual también añora un nuevo modelo comunitario. Hay personas empeñadas en ello, no solo prácticamente, sino también en clave teórica. Juzgo especialmente clarividentes las aportaciones de diversos autores que hoy nos proponen claves para “reinventar las organizaciones”, y nos hablan de crear espacios abiertos para diversidades en interacción y aprendizaje, de la necesaria interconexión entre líderes y colaboradores, del salto hacia la autogestión, del sistema de la holocracia… Y uno percibe –por muy extraño que parezca– que tales propuestas no están lejos del sueño de Dios sobre las comunidades religiosas. Este es, pues, el tema de esta reflexión que ahora propongo.

Cada vez que la humanidad ha dado un paso hacia delante movida por una nueva y más amplia conciencia de la realidad, ha inventado nuevas formas de organización, de comunidad.

Ahora estamos en tiempos de una “nueva conciencia”. Es el momento de re-inventar nuestras comunidades y el paradigma que las sustenta. Ya está emergiendo uno nuevo, tanto en el ámbito civil, empresarial, como en el religioso. Pero todavía no se ha universalizado. Es posible re-organizar nuestras comunidades de un modo diferente. Lo requiere la “nueva conciencia” que el ser humano está adquiriendo de sí mismo y también la lectura contemporánea e inculturada de los postulados evangélicos y teológicos.

Si nos regimos por la “primitiva conciencia”, nos organizaremos “a lo primitivo” y daremos continuidad a modelos comunitarios ya obsoletos, que en otras fases de la conciencia humana fueron adecuados y buenos. Los modelos comunitarios de tiempos pasados –aunque fueran establecidos por personajes extraordinarios (Pacomio, Francisco, Teresa de Jesús, Mary Ward, fundadores y fundadoras de los siglos XIX y XX)– no responden a la evolución de la conciencia del ser humano de nuestro tiempo. No dejamos de reconocer sus valores, pero ya no son los adecuados.

Como modelos comunitarios obsoletos, Frederick Laloux menciona y explicita los siguientes: el dictatorial (lobo-manada), el militar y jerárquico (ejército) –propios de la antigüedad o el medioevo–, el empresarial (máquina) –propio de la modernidad–, incluso el familiar caótico (¡todos colegas!) –propio de cierta posmodernidad hippie–.

Decía Victor Hugo que “nada hay tan poderoso como una idea, cuando ha llegado su momento”. Y ha llegado el momento de un nuevo paradigma de comunidad. Frederick Laloux lo denomina holístico-integral y lo describe pedagógicamente con el color teal o “turquesa”: un color envolvente, relajante, inmunológico, innovador, refrescante.

Este paradigma considera a la comunidad como un sistema viviente, un organismo vivo. Como tal, está siempre en proceso de cambio y desarrollo; logra progresivamente una mayor belleza y complejidad. Todas las células, todos los miembros, contribuyen en los cambios que se producen en el organismo, sin necesidad de un mandato central. El organismo vivo no controla del todo su futuro; se deja sorprender y está abierto a su misterioso porvenir, que se anticipa misteriosamente en sus sueños, sus visiones, su exuberancia vital.

La comunidad –como organismo vivo– deja que la Vida hable y se exprese a través de todas sus células, de todos sus miembros. En este paradigma comunitario los “egos” están bajo control. La Vida actúa a través de la comunidad y de cada uno de quienes la componen. Se abre así un camino hacia la realización personal y grupal. En ese camino, los posibles errores y desvíos son superables gracias a la pujanza de la vida de organismo.

Las personas, con toda su individualidad y diferencias, son contempladas no como un problema, sino como un potencial en espera de desarrollo. Los conflictos no tienen la última palabra, porque ofrecen posibilidades de transformación. Este modelo comunitario favorece la vida con espíritu, con alma. (…)

Fuente de la noticia Revista Vida Nueva – Resumen del pliego