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PROFESION PERPETUA DE LA H. CELESTE PALAVECINO

19 febrero, 2015

 BUENOS AIRES – ARGENTINA. 11 de FEBRERO – Capilla Colegio SANTO DOMINGO – Ramos Mejía

Una vez finalizado el encuentro de verano, la Hna. Celeste junto con las Hermanas Rosa di Tullio y Susana Sivori se quedaron en Victoria, “en la Ermita” y compartieron juntas la preparación a sus votos perpetuos que culminaría con el retiro anual de la comunidad junto al Padre Jorge Oesterheld.

 

A continuación compartimos su testimonio.

“Hay un tiempo para todo…” (Ecl. 3,1)

Y como todo tiene su tiempo, quiero compartir con ustedes la preparación a mis votos perpetuos en el cual tuve tiempo para ORAR, REFLEXIONAR y compartir en FRATERNIDAD con las hermanas que me acompañaron en esta etapa tan importante de mi vida: Hna. Rosa di Tulio y la Hna. Susana Sívori.

Después de estos 15 días de oración y reflexión, volví a la comunidad donde tuvimos los ejercicios espirituales animados por el P. Jorge Oesterheld. Todo en torno a la Vida Consagrada. ¡Gracias queridas hermanas de comunidad por su cariño, apoyo y compañía! Fueron momentos de GRACIA y BENDICIÓN.

Y por fin llegó el día tan esperado, el día de la profesión. La celebración Eucarística la presidió el P. Jorge quien en su homilía habló del Sí comprometido de María, el cual se sigue prolongando con cada Sí nuestro (de todas las personas). Por eso, haciéndome eco de ese Sí digo con todo mi corazón: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Pues no me sale otra cosa que alabar, bendecir y dar gracias a Dios por su infinito amor y misericordia, por haber salido a mi encuentro con su ternura, que la fue manifestando no solo en los momentos de alegría, sino en los momentos de dificultades. Como decía el P. Coll, “Dios está presente”, y así es, no hay duda, Dios está siempre presente y no nos deja de amar.

Hoy llena de gozo, como María, quiero seguir diciendo SÍ a su amor insondable, quiero seguir apostando por su Reino en esta familia de la Anunciata que no solo me abrieron las puertas de la CONGREGACIÓN, sino, las más importantes, las puertas de su corazón.

 

Quiero, también, infinitamente dar gracias a Dios por todas las personas que me ayudaron en mi proceso de crecimiento en la fe; por mi familia que me apoyó en todo momento; principalmente por mis padres que aunque les costó mi partida, aceptaron con alegría mi vocación.

 

No quiero quitarle la frase al Papa, pero sí hacerme eco de ella “Recen por mí” para que el Señor me conceda la gracia de serle siempre fiel. Pero también, recemos unos por los otros para vivir en nuestra vida la alegría del evangelio.

                                                    Hna. Celeste – Ramos Mejía, 11 de febrero de 2015