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PASCUA: EL DÍA EN QUE ACTUÓ EL SEÑOR

31 marzo, 2024

Pascua no es un día. ¡Es el día! El día en que actuó el Señor. Hay dos momentos en los que Dios interviene directamente en la historia: el día de la concepción del Verbo en el seno de María y el día de la resurrección de Cristo. En todos los otros acontecimientos, probablemente Dios interviene por medio de causas segundas. Pero en los dos que acabo de mencionar interviene directamente. Los dos están íntimamente relacionados. Dios, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo. Y Dios, resucitando a Jesucristo de entre los muertos, ha abierto para todos los seres humanos las puertas de la esperanza, demostrando que es más fuerte que todas las muertes, que no hay muerte ni mal que pueda con sus propósitos de vida. Por eso, Pascua es el día del Señor, que los creyentes debemos vivir con gozo y alegría desbordante.

¿Y los no creyentes? Los prefacios de las eucaristías pascuales dicen que, “con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero desborda de alegría”. No dice el mundo creyente, dice el mundo entero. No conviene que olvidemos este adagio latino: “lex orandi, lex credendi”, a saber: lo que se reza es lo que se cree, lo que se reza es expresión de la fe de la Iglesia. Con todo, me parece más preciso decir que, más que alegría, la resurrección de Cristo es salvación y esperanza para todo el mundo, aunque haya algunos que no conocen este acontecimiento y otros que no creen en él. También para ellos es acontecimiento de salvación, aunque no vivan la alegría que comporta.

Jesús no ha resucitado en nuestro mundo, porque entonces volvería a morir. Ha resucitado en la eternidad de Dios, donde ya no hay envejecimiento, ni desgaste, ni cambio, ni desajustes. Como muy bien dijo Benedicto XVI, “Jesús no ha vuelto a una vida humana normal de este mundo… El ha entrado en una vida distinta, nueva; en la inmensidad de Dios”. Por eso, la resurrección de Jesús, aunque tenga repercusiones históricas, solo pudo ser vista con los ojos que da la fe.

San Pablo ha vinculado inseparablemente la resurrección de los cristianos con la resurrección de Jesús: “Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó… ¡Pero no!, Cristo resucitó de entre los muertos el primero de todos” (1 Cor 15,16.20). Nuestra suerte está ligada a la suerte de Cristo. Creer en Jesús resucitado no es solo creer que “algo le pasó a Jesús”. Es también creer que esto que le pasó tiene repercusiones decisivas para cada ser humano. “En la resurrección de Jesús, vuelvo a citar a Benedicto XVI, se ha alcanzado una nueva posibilidad de ser humano, una posibilidad que interesa a todos y que abre un futuro, un tipo nuevo de futuro para la humanidad”.