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OBRA DE DIOS, OBRA DE MARÍA

22 marzo, 2019

¡25 de marzo, Fiesta de la Anunciación, día muy nuestro, día de la Anunciata! En este año, décimo aniversario de la canonización de nuestro Fundador, acerquémonos una y otra vez a las fuentes del carisma y bebamos de sus aguas refrescantes.

Cuando San Francisco Coll comenzó su obra más querida, la Anunciata, pocos creyeron en sus sueños, pero el fuego del Evangelio que llevaba dentro pudo más que todos los temores y los obstáculos. No contaba casi con recursos, nunca había cobrado dinero por su tarea apostólica; unas pocas jóvenes sencillas se sumaron al proyecto… Encontró oposición y abandono, incluso de amigos. Años después, al contemplar el portentoso florecer de una fundación comenzada tan pobremente, exclama conmovido «¡esto es obra de Dios!». No puede ser de otra manera: la Anunciata es obra de Dios y obra de María.

El Prólogo de la Regla es un canto admirable de acción de gracias, una especie de Magnificat del Padre Coll ante un Dios que, del polvo de la tierra, ha creado una obra sorprendente:

«¿No tengo fundados motivos para decir con el Profeta: ¿Nonne a Domino factum est istud, et est mirabile in oculis nostris? [Sal 118, 23], ¿no es ésta una obra de Dios y admirable a nuestros ojos? Sí, sí; así lo han dicho hombres grandes en virtud y ciencia: es obra de Dios, es obra de Dios, sin poner la menor duda, después de haber dado una rápida ojeada a ella; sí, sí, es obra de Dios, y dada al mundo por los méritos de mi Padre Santo Domingo (…)¡Bendita y alabada sea, oh Dios mío, vuestra admirable Providencia! ¿quién había de pensar que del polvo de la tierra formaseis una obra tan grande y portentosa como es este Santo Instituto?» (Obras Completas, p. 54)

Sí, la Anunciata es obra de Dios, su crecimiento expansivo es un acontecimiento admirable que no puede atribuirse a manos humanas, y nuestro santo Fundador lo expresa con su reiteración tan característica varias veces en el Prólogo de la Regla.

Pero la vida siempre evoluciona, y el Instituto que tanto había crecido ya en 1863 (año de la edición de la Regla), todavía lo ha hecho más en 1868. El Padre Coll, en plena madurez como Fundador, aleccionado por la experiencia, la reflexión y la oración, entiende que ha llegado la hora de perfeccionar la normativa y escribe un «Proyecto de Constituciones» que puede considerarse una especie de Testamento espiritual que deja a sus hijas. Si en el Prólogo de la Regla el admirable crecimiento de su Congregación es atribuido a Dios con la colaboración de Nuestro Padre Santo Domingo, ahora comprende también que tanto el presente como el futuro de la Congregación están indisolublemente ligados a la presencia de la Madre de Dios y a la confianza plena puesta en ella:

«¿Dudaréis un instante solamente si lograréis las gracias que necesitaréis(…)? ¿Dudaréis rezándole con toda la devoción posible el Santo Rosario, si lograréis o no la propagación, aumento y extensión de este santo Instituto para dar gloria a Jesús y a María, y ayudarles a salvar las almas? Afuera, afuera de vuestros corazones este temor, no lo dudéis, estad ciertas que este santo Instituto es obra de María; sí, sí, no tengo duda alguna que María del Rosario lo ha puesto bajo la sombra, protección y amparo del Santo Rosal. Si me fuese posible dar las razones de mi fundamento para asegurar lo que digo, nadie diría otra cosa sino que es obra de María Santísima del Rosario: pero ya hablan las obras. En el año 1856 me concedió licencia el Señor Obispo Palau en su mismo palacio para plantar este rosal, y ya cuenta ahora con 46 fundaciones. ¿Y no es esto obra de María? (…) Continuad, continuad, oh amadas Hermanas vuestro rezo del Santo Rosario, y estad ciertas de que si hasta ahora [este Instituto] ha dado frutos admirables para la gloria de Dios y bien de las almas, más y más abundantes serán de hoy en adelante; si hasta ahora se ha extendido tan portentosamente, si sois verdaderas hijas de María y Esposas de su Hijo, este santo Instituto no cesará hasta ser extendido y dilatado por toda la tierra.» (Obras Completas p. 295)

Han pasado los años y cambiado los tiempos. Podemos incluso estar tentadas a pensar que nuestra época es la más difícil, o nuestros desafíos los más grandes que ha tenido que enfrentar la Congregación. Por eso es necesario volver a beber siempre de las fuentes, volver a buscar allí respuestas que hacen a nuestra identidad: Anunciata, ¿quién eres? Hoy, fiesta del Sí de la Virgen, no lo olvidemos… es más, ¡recordémoslo todos los días!: Afuera, afuera de vuestros corazones este temor, no lo dudéis, ¡la Anunciata es Obra de Dios, Obra de María!

Hna. Luciana Farfalla

Provincia “Santa Rosa de Lima”