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MEDITACION DEL V DOMINGO DE PASCUA

15 mayo, 2019

DOMINGO 19 DE MAYO DE 2019

X ANIVERSARIO DE LA CANONIZACIÓN DEL PADRE COLL

Los pasajes de este quinto domingo del tiempo de Pascua, parecen proyectarnos a una experiencia de movimiento tridimensional. En horizontal, la primera lectura, nos presenta la densa actividad misionera de los discípulos que se mueven de ciudad en ciudad para anunciar el Reino; La segunda lectura, nos presenta la visión de Juan en la que ve cómo desciende la nueva Jerusalén y, el Evangelio, nos ofrece la profundidad del misterio de Cristo glorificado junto con su Padre en la hora de la pasión, muerte y resurrección.

En efecto, en el Libro de los Hechos, se mencionan diversas ciudades que son el escenario de la actividad misionera: Listra, Iconio, Antioquía y luego Pisidia, Panfilia, Perge, Atalía. Los principales protagonistas son Pablo, Bernabé y otros discípulos. Sin entrar en la geografía de la época, los lugares mencionados aquí nos remiten a un cambio continuo, un movimiento donde se  realiza una actividad densa a pesar de las dificultades y riesgos que sólo podemos imaginar, “porque hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios”. Pues bien, este movimiento que podemos definir como “horizontal” es el fruto de un evento muy particular que es la Resurrección del Maestro.

La segunda lectura nos aporta una gran novedad, leemos: el que estaba sentado en el trono dijo: “Ahora hago todas las cosas nuevas”. Con la Resurrección de Cristo, esta promesa que ya estaba presente en las Escrituras se convierte en una realidad. Con ello, la morada de Dios entre los hombres ha alcanzado su apogeo, el Reino ya está entre nosotros, esperando la acción de nuestra fe creadora. Con su victoria sobre la muerte, Cristo enjuga cada lágrima… “porque las cosas del primer mundo han pasado”. Como Él, entonces, los discípulos y luego los santos a lo largo de la historia, trataron de dar testimonio de la belleza de este mensaje y de su relevancia.

Sin embargo, en el Evangelio se desprende que se necesita una experiencia fundamental con ÉL antes de emprender cualquier actividad misionera. En el caso contrario, nos arriesgamos al hacerlo. Judas, quien dejó el Cenáculo, no está presente en el momento del gran regalo del nuevo mandamiento: “que os améis unos a otros; igual que yo os he amado, amaos también entre vosotros”  y pierde la riqueza de una experiencia con Jesús y todos los demás…  Aquí también es necesario tener en cuenta que hablamos del capítulo 13 de Juan, y los versos anteriores hablan del lavatorio  de los pies: el Amor del que habla el Maestro no es ni una teoría, ni una idea platónica, ni un mero sentimiento interno separado de la realidad… es su propia experiencia comunicadora, este amor es VIDA. Y precisamente porque es nuevo, ya está GLORIFICADO en Él  que dará su vida por la humanidad.

Puede parecer extraño que la liturgia nos haga dar un paso atrás al leer un pasaje en el período de Pascua relacionado con la vida de Jesús antes de su glorificación, es que está  enfatizando mejor la unidad entre la Pasión y la Resurrección. Además, notamos que el tema de la glorificación ya presente en los profetas (Isaías, Jeremías, Ezequiel) recuerda la experiencia de la liberación de Egipto. Sin embargo, aquí, la glorificación de Dios no tiene lugar en detrimento de otros (como en el éxodo lo es del Faraón), sino por el bien de todos los discípulos, llamados a amar, es decir, llamados a vivir también esta HORA.

Conmemorando a nuestro padre San Francisco Coll hoy, en el décimo aniversario de su canonización, es providencial comprender cómo él también, después de los apóstoles, ha realizado estas tres dimensiones que emergen de la meditación de los textos de la liturgia. Francisco Coll como sacerdote dominico hizo la experiencia de la primera, intensa actividad misionera. La intimidad con el Señor, que fue profunda, le llevó a tomarse en serio la invitación a amar más a Dios y a sus hermanos. Movido por esta experiencia, su vida estuvo marcada por su fe creadora,  por un celo apostólico que muy pronto se convirtió en una peregrinación por toda Cataluña. Como incansable apóstol del Evangelio y del Rosario, vio a Juan como  algo nuevo e, inspirado por el Espíritu Santo, llegó a la fundación de las Hermanas Dominicas de la Anunciata, cuyo apostolado consiste en “el anuncio de la Buena Nueva a todo el mundo sin distinción de razas ni sexo” pero con una “opción preferencial por los pobres y jóvenes” a través de la educación (en el sentido amplio).

Que nuestra oración de hoy obtenga de Dios el don de numerosas y santas vocaciones dispuestas a continuar la obra de Cristo mismo, tras  los pasos de nuestro Padre Fundador.

¡Felicidades a todas nosotras y que por intercesión de nuestras Hermanas Martires, la Anunciata siga realizando el sueño del Señor para cada una!

Hermana Edwige KEMONEANHON, op.

Vicariato Saint François Coll