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LO QUE SE DICE Y LO QUE SE QUIERE DECIR

14 mayo, 2023

Muchas palabras tienen distintos sentidos según el contexto en el que se utilizan. Hoy muchos llaman al sexo amor. Hacer el amor es tener relaciones sexuales. Sin necesidad de llegar a este ejemplo extremo, el término amor tiene un sentido distinto si pensamos en el amor que tenemos a un recuerdo familiar, al perro de compañía o al hijo pequeño. Lo mismo ocurre con el término fe. Pero con la palabra “fe” resulta menos evidente que su sentido puede cambiar según el contexto, pues muchos funcionan con un modo único de entender la fe y, en función de este sentido, califican o descalifican otros usos del término, sin darse cuenta de que su calificación o descalificación lo único que demuestra es su supina ignorancia.

Si nos quedamos con el concepto de fe como conocimiento de verdades, entonces los demonios (como dice la carta de Santiago) también tiene fe, puesto que creen que Dios existe. Desgraciadamente concebir la fe como adhesión a una serie de verdades está bastante difundido en el mundo católico. Pero hay otro concepto de fe más bíblico y profundo: fe es un encuentro, una adhesión incondicional al misterio del Dios de Jesucristo, que compromete y cambia la vida entera. Este concepto de fe permite a San Pablo decir que la fe sola nos salva.

Al leer la Biblia, o un texto de teología, o al escuchar una catequesis, es importante distinguir (como hace la constitución “Dei Verbum” del Concilio Vaticano II) entre lo que se dice y lo que se quiere decir. Si no hacemos esta distinción podemos entender muy mal algunos textos bíblicos. Y no sólo bíblicos. Si digo que alguien me pone entre la espada y la pared, y un francés pide que le traduzcan lo que digo, si se lo traducen literalmente puede entender que alguien me está amenazando de muerte. O quizás que le estoy gastando una broma.

Un ejemplo bíblico: la biblia, traduciendo literalmente del griego, pone en boca de Jesús esta palabra: “muchos son los llamados y pocos los escogidos”. Si no se sabe que detrás de esta comparación entre muchos y pocos, está el modo de expresar en arameo (que era la lengua de Jesús) el comparativo de superioridad, entiende muy mal lo que Jesús quiere decir. En castellano el comparativo de superioridad se expresa así: “hay más llamados que escogidos”. Mil es más que 999. ¿Qué quiere decir Jesús? ¿Qué serán muchos los que se condenen? No. Quiere decir que Dios llama a todos. Pero es posible que no todos respondan.

Un ejemplo más conocido: ¿Cuántas veces tengo que perdonar?, pregunta Pedro a Jesús. ¿Siete veces? No, dice Jesús, setenta veces siete. Jesús no dice que el límite del perdón está en 490 veces. Dice que hay que perdonar sin límite, siempre. En aquellas mentalidades los términos absolutos, como “siempre” o “nunca”, no eran conocidos. Para expresar el “siempre” de nuestras lenguas modernas empleaban este tipo de expresiones: setenta veces siete. Si las tomamos en su literalidad no entendemos nada. Si nos paramos a pensar un poco, veremos que son expresiones muy significativas y muy gráficas.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: nihilobstat