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«LA VERDAD CON MAYÚSCULAS NO ES UNA IDEA QUE CONSENSUAMOS, SINO LA PERSONA DE CRISTO»

16 mayo, 2013

El Papa Francisco ha animado a ir contra el relativismo y a buscar la Verdad durante su catequesis semanal ante miles de fieles en la Plaza de San Pedro, en la que ha hablado sobre el Espíritu Santo «que guía a la Iglesia y a cada uno a la Verdad plena», por lo que ha invitado a invocarlo diariamente.

Además, a pocos días antes de celebrar la solemnidad de Pentecostés, el Pontífice ha indicado que en estos días «marcados por el ‘relativismo’, es necesario preguntarse ¿Qué es la Verdad?». «La Verdad con mayúsculas no es una idea que nosotros nos hacemos o consensuamos, sino una persona con la que nos encontramos. Cristo es la Verdad, que se ha hecho carne. Y el Espíritu Santo hace posible reconocerlo y confesarlo como Señor», ha señalado.

Asimismo, el Papa Francisco ha explicado que el Espíritu Santo «recuerda las palabras de Jesús y las imprime en los corazones» porque «Él es la ley inscrita en nuestros corazones, donde tomamos las decisiones».

Por último, ha invitado en este Año de la Fe a «invocar especialmente la asistencia del Espíritu Santo, para que guíe y sostenga en el camino del discipulado» y ha sugerido a los fieles congregados en la plaza de San Pedro «rezar cada día al Espíritu Santo porque abre el corazón a Jesús».

Durante su saludo en español, el Papa se ha detenido en particular en los peregrinos provenientes de España, México, Honduras, Paraguay, Chile, Argentina y los demás países latinoamericanos y ha animado a pedir a la Virgen María ser «dóciles a la acción del Espíritu Santo, para que como Ella, con disponibilidad total, decir ‘sí’ a los designios de Dios en la vida».

También les ha dado la bienvenida a los numerosos peregrinos brasileños que celebrarán la fiesta de Pentecostés este fin de semana y les ha sugerido «invocar más frecuentemente al Espíritu Santo para que los guíe sobre el camino de los discípulos de Jesús, a quienes se les pide ser cristianos en todas las circunstancias y decisiones de la vida».

Por otro lado, antes de comenzar la audiencia general durante el tradicional recorrido en el ‘jeep’, el Papa Francisco ha bendecido dos palomas blancas que unos peregrinos le han dado en una jaula y después las ha liberado.

Asimismo, en el saludo a los peregrinos en lengua polaca, Francisco ha saludado a los organizadores de la ‘Marcha por la Vida’ y ha precisado que «esta iniciativa recuerda a todos la necesidad de promover y defender la vida humana desde la concepción hasta su fin natural», al tiempo que ha pedido «implorar al Espíritu Santo de modo que los corazones de los hombres se lleven de la Verdad que hace libres y del Amor de Dios que dispone a ser testimonios del Evangelio».

Por eso, advirtió que «no se puede ser cristiano ‘a ratos’, en algunos momentos, en algunas circunstancias….¡No! ¡Hay que ser cristiano en todo momento!». (RD/Ep)

Texto completo del resumen pronunciado por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, cercana ya de la fiesta de Pentecostés, deseo hablar del Espíritu Santo que guía a la Iglesia, y a cada uno de nosotros, a la Verdad plena. En nuestros días, marcados por el relativismo, es necesario preguntarnos como Pilato: «¿Qué es ‘la’ Verdad?». La Verdad con mayúsculas no es una idea que nosotros nos hacemos o consensuamos, sino una persona con la que nos encontramos. Cristo es la Verdad, que se ha hecho carne. Y el Espíritu Santo hace posible que lo reconozcamos y lo confesemos como Señor. El Espíritu Santo nos recuerda las palabras de Jesús y las imprime en nuestros corazones. Él es la ley inscrita en nuestro interior, donde tomamos las decisiones. El Espíritu Santo, además, nos lleva a la inteligencia de la Verdad completa. Él es quien suscita el sentido de la fe en los creyentes creando una comunión, cada vez más profunda, con Cristo. Mediante el Espíritu Santo, el Padre y el Hijo hacen morada en nosotros.

En este Año de la fe, invoquemos especialmente la asistencia del Espíritu Santo, para que nos guíe y nos sostenga en el camino del discipulado.

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Texto de la catequesis completa del Papa

Queridos hermanos y hermanas, buenos días,

hoy me quiero centrar en la acción que el Espíritu Santo realiza en la guía de la Iglesia y de cada uno de nosotros a la Verdad. Jesús mismo dice a sus discípulos: el Espíritu Santo «les guiará en toda la verdad» (Jn 16:13), él mismo es «el Espíritu de la Verdad» (cf. Jn 14:17, 15:26, 16:13).

Vivimos en una época en la que se es más bien escéptico con respecto a la verdad. Benedicto XVI ha hablado muchas veces de relativismo, es decir, la tendencia a creer que no hay nada definitivo, y a pensar que la verdad está dada por el consenso general o por lo que nosotros queremos. Se plantean estas preguntas: ¿existe realmente «la» verdad? ¿Qué es «la» verdad? ¿Podemos conocerla? ¿Podemos encontrarla? Aquí me viene a la memoria la pregunta del procurador romano Poncio Pilato cuando Jesús le revela el sentido profundo de su misión: «¿Qué es la verdad?» (Jn 18,37.38). Pilato no entiende que «la» Verdad está frente a él, no es capaz de ver en Jesús el rostro de la verdad, que es el rostro de Dios. Y sin embargo, Jesús es esto: la Verdad, la cual, en la plenitud del tiempo, «se hizo carne» (Jn 1,1.14), que vino entre nosotros para que la conociéramos. La verdad no te agarra como una cosa, la verdad se encuentra. No es una posesión, es un encuentro con una Persona.

Pero, ¿quién nos hace reconocer que Jesús es «la» Palabra de la verdad, el Hijo unigénito de Dios Padre? San Pablo enseña que «nadie puede decir: «Jesús es el Señor», si no está impulsado por el Espíritu Santo» (1 Cor 12:03). Es sólo el Espíritu Santo, el don de Cristo Resucitado, quien nos hace reconocer la verdad. Jesús lo define el «Paráclito», que significa «el que viene en nuestra ayuda», el que está a nuestro lado para sostenernos en este camino de conocimiento; y, en la Última Cena, Jesús asegura a sus discípulos que el Espíritu Santo les enseñará todas las cosas, recordándoles sus palabras (cf. Jn 14,26).

¿Cuál es entonces la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas y en la vida de la Iglesia para guiarnos a la verdad? En primer lugar, recuerda e imprime en los corazones de los creyentes las palabras que Jesús dijo, y precisamente a través de estas palabras, la ley de Dios – como lo habían anunciado los profetas del Antiguo Testamento – se inscribe en nuestros corazones y en nosotros se convierte en un principio de valoración de las decisiones y de orientación de las acciones cotidianas, se convierte en un principio de vida. Se realiza lla gran profecía de Ezequiel: «Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo… infundiré mi espíritu en ustedes y haré que signa mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes». (36:25-27). De hecho, de lo profundo de nosotros mismos nacen nuestras acciones: es el corazón el que debe convertirse a Dios, y el Espíritu Santo lo transforma si nosotros nos abrimos a Él.

El Espíritu Santo, entonces, como promete Jesús, nos guía «en toda la verdad» (Jn 16,13); nos lleva no sólo para encontrar a Jesús, la plenitud de la Verdad, sino que nos guía «en» la Verdad, es decir, nos hace entrar en una comunión siempre más profunda con Jesús, dándonos la inteligencia de las cosas de Dios. Y ésta no la podemos alcanzar con nuestras fuerzas. Si Dios no nos ilumina interiormente, nuestro ser cristianos será superficial. La Tradición de la Iglesia afirma que el Espíritu de la verdad actúa en nuestros corazones, suscitando aquel «sentido de la fe» (sensus fidei), el sentido de la fe a través del cual, como afirma el Concilio Vaticano II, el Pueblo de Dios, bajo la guía del Magisterio, indefectiblemente se adhiere a la fe transmitida, la profundiza con un juicio recto y la aplica más plenamente en la vida (cf. Constitución dogmática. lumen Gentium, 12). Probemos a preguntarnos: ¿estoy abierto al Espíritu Santo, le pido para que me ilumine, y me haga más sensible a las cosas de Dios?

Y ésta es una oración que tenemos que rezar todos los días, todos los días: Espíritu Santo que mi corazón esté abierto a la Palabra de Dios, que mi corazón esté abierto al bien, que mi corazón esté abierto a la belleza de Dios, todo todos los días. Pero me gustaría hacer una pregunta a todos ustedes: ¿Cuántos de ustedes rezan cada día al Espíritu Santo, eh? ¡Serán pocos, eh! pocos, unos pocos, pero nosotros tenemos que cumplir este deseo de Jesús: orar cada día al Espíritu Santo para que abra nuestros corazones a Jesús.

Pensemos en María que «conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón » (Lc 2,19.51). La recepción de las palabras y las verdades de fe, para que se conviertan en vida, se necesita que se realicen y crezcan bajo la acción del Espíritu Santo. En este sentido, debemos aprender de María, reviviendo su «sí», su total disponibilidad para recibir al Hijo de Dios en su vida, que desde ese momento la transformó. A través del Espíritu Santo, el Padre y el Hijo establecen su morada en nosotros: nosotros vivimos en Dios y para Dios. ¿Pero nuestra vida está verdaderamente animada por Dios? ¿Cuántas cosas interpongo antes que Dios?

Queridos hermanos y hermanas, tenemos que dejarnos impregnar con la luz del Espíritu Santo, porque Él nos introduzca en la Verdad de Dios, que es el único Señor de nuestra vida. En este Año de la Fe preguntémonos si en realidad hemos dado algunos pasos para conocer mejor a Cristo y las verdades de la fe, con la lectura y la meditación de las Escrituras, en el estudio del Catecismo, acercándonos con asiduidad a los Sacramentos. Pero preguntémonos al mismo tiempo cuántos pasos estamos dando para que la fe dirija toda nuestra existencia. ¿No se es cristiano «según el momento», sólo algunas veces, en algunas circunstancias, en algunas ocasiones; ¡no, no se puede ser cristiano así! ¡Se es cristiano en todo momento! Totalmente.

La verdad de Cristo, que el Espíritu Santo nos enseña y forma parte para siempre y totalmente de nuestra vida cotidiana. Invoquémosle con más frecuencia, para que nos guíe en el camino de los discípulos de Cristo. Invoquémosle todos los días, hagamos esta propuesta: cada día invoquemos al Espíritu Santo. ¿Lo harán? No oigo, eh, todos los días, eh! Y así el Espíritu nos llevará más cerca de Jesucristo. Gracias.