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UN FUEGO ENCIENDE OTRO FUEGO

16 mayo, 2017

Un año más aclamamos a san Francisco Coll en su fiesta y lo hacemos junto con la Iglesia universal llenas de gozo y alegría.

El 11 de octubre 2009 el Papa Benedicto XVI canonizaba al beato Francisco Coll en la Plaza de San Pedro del Vaticano, en una solemne ceremonia. Su canonización fue y sigue siendo una gracia para toda la Congregación. Él es para nosotras testimonio de fidelidad a Cristo y un ejemplo de vida auténticamente cristiana; pero su santidad no es solamente para nosotras, Dominicas de la Anunciata, es un don para toda la Iglesia que se extiende de oriente a occidente.

Las que formamos La Anunciata tenemos una razón muy especial para agradecer la vida de nuestro  padre Francisco. Su testimonio su vida y su obra nos estimula y acompaña. Si recordar la vida y obra de un santo es siempre, sin duda alguna, fuente de vida y de santidad para todos los que se le acerquen, de forma especial la vida de san Francisco Coll, lo es para una Dominica de la Anunciata.

En la vida de nuestro santo, se descubre su celo evangelizador que nos empuja y alienta. Toda su vida fue evangelio vivido y anunciado a sus hermanos en tiempos de dificultades, pero con gran fidelidad al evangelio, buscando por encima de todo la gloria de Dios y el bien de las personas, que eran para él dos realidades inseparables. Él es para toda Dominica de la Anunciata testimonio vivo de lo que ella está llamada a ser y hacer en el mundo y estímulo para mantener viva su persona y su obra.

Francisco Coll vivió en tiempos turbulentos donde la difícil misión de la reconciliación la realizó siendo joven vicario utilizando para ello, sobre todo, el testimonio de una vida evangélica.

No sólo fue un hombre de oración sino también maestro de oración. La catequesis era también una de sus inquietudes. La caridad pastoral lo llevaba necesariamente a la visita de enfermos y ayuda a los pobres y desamparados. Era amigo de todos y a todos animaba a llegar a la meta de toda persona que peregrina en este mundo: el cielo. Su pregunta frecuente era: “¿Queréis ir al cielo?”

La devoción mariana era uno de los distintivos del alma y de la acción de san Francisco Coll. La advocación propia de la Orden era también la suya. Su vida era sencilla y austera, su casa pobre, religiosa y limpia.

UN RETRATO DE SU CORAZÓN

En su vida y en sus palabras aparece de manera clara que su corazón era el de u hombre fuerte que sacaba la fortaleza no de las debilidades que tenía como toda persona humana, sino de la gracia de Dios.

Contemplando su persona en el día de su fiesta nos podemos preguntar: ¿qué nos pide el Señor a nosotros hombres y mujeres del siglo XXI para continuar la obra de este hombre de la iglesia del siglo XIX? La respuesta que me surge en este momento la encuentro en una de las frases del propio padre Coll: “Un fuego enciende otro fuego”. Solamente de un corazón encendido en el amor de Dios, solamente de un corazón rebosando amor nace el servicio a los demás.

Que en la celebración de su fiesta su vida sea para todos nosotros un ejemplo para ser más evangelizadores, desde el testimonio de vida y con la palabra valiente, clara y explícita que anuncia a Cristo camino, verdad y vida para todos los hombres. Que su fiesta sea un momento de gracia para poder despertar en el corazón de niños y jóvenes la sed de verdad y de amor que irradiaba el padre Coll y que solamente Dios puede llenar. Que su fiesta sea un momento de gracia para un nuevo resurgir de vocaciones a la vida consagrada, para el bien de la Iglesia y de la sociedad.

A S. Francisco Coll, encomendamos todos nuestros afanes, que él nos bendiga y nos ayude a ser “luz que enciende otra luz”, para gloria de Dios, de la Iglesia y de su Congregación.