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FILIPINAS: EMOTIVA EXPERIENCIA DE MISION

3 marzo, 2014

Un equipo de Hermanas de las tres Comunidades en Filipinas, hemos llevado a cabo una Misión extraordinaria. Una visita activa a las tierras devastadas por el furioso tifón Yolanda.

Antes de realizar esta misión solidaria, los días cuatro y cinco de Febrero, las hermanas Sagrario, Glecy, Ela y Meriam, recorrieron las zonas afectadas, con el fin de inspeccionar y ver la población más necesitada. Recorridos los diferentes lugares, determinaron que nuestra cooperación fuera para la isla de Manicani, pequeña isla en donde es difícil que sus habitantes reciban apoyo.

El día veintidós de Febrero, de madrugada, las Hermanas Ela, Isabel, Angele y Tram, emprendimos la marcha y tomamos vuelo en el aeropuerto de Manila. Dos días antes, nos habían precedido las Hermanas Glecy, Maribel y Regina, conocedoras de las islas y de la lengua visaya, para comenzar la operación y la llegada de los envíos que habíamos preparado en Cubao. Acción dirigida por H. Glecy, con una organización excelente.

Seguimos el siguiente itinerario: Manila, Tacloban, Borongan, Guiuan, al este de Samar, y Barangay Buenavista, Manicani Island.

En el aeropuerto de Tacloban, totalmente destruído, nos esperaban las Hnas. que ya estaban allí, y un ángel de la guarda, llamado Gualdi, hermano de H. Glecy, nos acompañó en su coche a Borongan, en donde nos esperaba Monseñor Crispín Várquez, Obispo de toda esa Diócesis. Su acogida fue deliciosa, un verdadero Pastor que cuida de las almas de su rebaño. Un hombre amable, dialogante, servicial, manifestando una gran actitud de agradecimiento por nuestro interés y capacidad de ayuda a su gente. Nos esperó para comer con él, fueron momentos de gran hermandad. Finalizada la visita con el Señor Obispo, la despedida, él se fue a celebrar la Misa, y nosotros continuamos el viaje hasta Guiuan.

Durante el trayecto pudimos contemplar un panorama desolador por donde pasábamos. Pésimo estado de las carreteras, muchas casas y grandes edificios arrasados, la catedral de Palo totalmente destruida. Parece mentira, así ha sido nuestra experiencia, que grandes construcciones con paredes de cemento armado y con hierros, hayan podido ser derribadas por la fuerza del tifón.            También observamos un paisaje desolador, montañas anteriormente de gran belleza por su frondosa vegetación, con altos y hermosos cocoteros, ahora todo barrido y los cocoteros, con sus fuertes raíces en el suelo. Recibimos un gran impacto al pasar por un cementerio, con las tumbas en la superficie, las losas  levantadas, dobladas, semejaba un verdadero saqueo, incluso se vieron algunos esqueletos humanos entre ellas.

Y llegamos a Guiuan, siempre con el ángel de la guarda, Gualdi, que nos acompañó con su coche hasta esta población. Un largo recorrido, a través de cual, pudimos tener una experiencia viva de lo ocurrido hasta este momento de hacer pie en Guiua.

La descripción siempre quedará corta para reflejar la realidad vivida y visionada. Despedimos a Gualdi, y un barquito nos trasladó a nuestro elegido destino, al Barangay Buenavista, Manicani Island, en donde ha sido distribuida nuestra ayuda. En este Barangay vive la familia de nuestra postulante Fátima, a quien visitamos y les dimos nuestra ayuda. Estuvieron sumamente agradecidos y muy emocionados.

Al desembarcar en Manicani, nuestro impacto se agrandó, todo el Barangay de Buenavista, se puede decir que ha sido destruido en su totalidad, arrasado por la  terrible fuerza del tifón. No ha quedado ni una sola casa en pie, las escuelas, la Iglesia con su torre, una visión y situación apocalíptica.

Nos alojamos en casa del sacerdote, el padre Denis de León, que tuvo una alegría inmensa en recibirnos y poder compartir esa experiencia tan dramática, a pesar de haber pasado ya un tiempo de lo ocurrido. Encontró en nosotras un gran apoyo ante tanta desgracia. El Padre Denis es una persona joven, dinámica, y profundamente entregado en bien de los más necesitados, un hombre rebosante de buen humor, pero con la necesidad de nuestra plegaria para reforzar su espíritu.

La casa del padre Denis, es una estructura provisional de madera, con lo mínimo indispensable hasta tener una casa adecuada, que dadas las circunstancias, se tardará tiempo para poder construirla. La iglesia, con destrucción absoluta, incluida su torre, es digna de reseñar en ella, que en el altar mayor, en el recuadro en donde está Cristo en la Cruz, no fue dañado, un Cristo precioso, un verdadero milagro.

Todas las personas del Barangay Buenavista, viven en tiendas, ayuda humanitaria de distintas organizaciones, como Cruz Roja, Cáritas Internacional, Naciones Unidas etc. Algunos ya han comenzado a reconstruir sus viviendas.

El Padre Denis tiene a su cargo diez Barangays, cuatro en Nanicani, el resto en diferentes islas. Aunque nosotras no las recorrimos, cuentan que se da la misma situación destructiva. El domingo tuvimos la celebración de la Eucaristía con las familias del Barangay. Finalizada la misa, el padre Denis y H Glecy, les dieron la orientación de cómo se iba a repartir la ayuda y el modo de cómo se iba a distribuir.

Nuestra aportación para cada una de las doscientas familias del Barangay Buenavista consistió en:

– Una bolsa de alimentos: arroz, pasta, café, botes de conservas…

– Otra con todo lo necesario para su aseo personal.

– Semillas de verduras para sembrar.

– Utensilios de labranza: un pico, azada y una pala.

– Redes para pescar con sus accesorios concernientes.

– Placas metálicas, en forma de tejas, para el techo de la Iglesia.

– Cien mil pesos para la mano de obra en la reconstrucción de la Iglesia.

– Bolígrafos, lápices, cuadernos, para los alumnos/as de las escuelas de Elementary School y High School.

– La gente vive de lo que puede pescar en la mar, ahora no existe en el

Barangay, ni comercios, ni tiendas de comestibles, si necesitan comprar algo tienen  que tomar un barquito e ir a Guiuan. El resto de la mañana, la dedicamos a recorrer la isla para visitar a las familias. Las escuchamos, nos contaron cómo se habían salvado, cómo habían vivido esos momentos tan fuertes. El impacto que habían recibido, estremecedor. Alguna persona nos narraba como se agarraban a los santos para librarse. Se ve que la fe en el Señor siempre salva. El trauma que ha quedado en su corazón, tardará tiempo en salir  de su interior

La tarde del domingo, la empleamos en preparar la distribución de lo que teníamos que entregar, por secciones, según íbamos recibiendo las cosas que eran  transportadas lentamente en barquitos. La gente ayudó mucho en acercarlo de la mar a la iglesia en donde iba a ser repartido. El Consejo Pastoral del P. Denis, colaboró sin parar desde el desembarque, con una atención grandiosa en todo. Prepararon una lista de todas las familias del Barangay para  saber a quienes se les entregaba la ayuda.

El lunes, día veinticuatro, comenzamos con la celebración de la Eucaristía, las familias se hicieron presentes. Una vez preparados los packs para distribuirles, comenzó la acción.

Después de comer, se repartieron los alimentos, las bolsas de aseo, algunas redes de pescar y los materiales escolares. El resto quedó a cargo del P. Denis y su Consejo Pastoral. Las hermanas teníamos que marchar a las cinco de la tarde.

El encuentro final con las familias fue emocionante, no podéis imaginar el sentimiento que manifestaban en su corazón y con lágrimas en sus ojos. El agradecimiento del P. Denis, tampoco se puede describir con palabras.

Las exhortaciones finales de Hna. Glecy a las familias fue extraordinario, todas las personas en pie diciendo adiós, no paraban sus manifestaciones y emociones. Con estas palabras en español decían, ¡¡¡VUELVAN!!! Cada una de las hermanas les ofrecimos unas sentidas palabras de despedida.

No queremos olvidar a los niños/as de la calle que se acercaban hacia nosotros y también conversamos con ellos. Una gran alegría, un sentimiento que llevamos dentro las que nos hemos dedicado toda nuestra vida a la educación, y las que se preparan para ello y también lo llevan en su corazón, como H. Regina, que en Junio comenzará en la nueva escuela de San Carlos.

Finalmente, las hermanas, dejando con nostalgia a todas esas personas que necesitan consuelo, embarcamos rumbo a Guiuany Tacloban. De nuevo, en esta ciudad nos esperaba Gualdi que nos llevó en su camión, otra nueva experiencia, al aeropuerto en donde emprendimos el vuelo a Manila.

Damos inmensas gracias a Dios por haber compartido una experiencia tan dura con la gente del Barangay Buenavista. Le pedimos que siga manifestando su amor y misericordia con las personas de esas zonas afectadas por el tifón Yolanda.

Como reza el salmo 102, “El Señor es compasivo y misericordioso”.  Que a imitación de nuestros padres Santo Domingo y San Francisco Coll, sigamos alumbrando con fuerza y que nuestra luz se extienda y nunca se apague.

H. Isabel Martínez