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FALTA UNA PALABRA EN EL PADRE NUESTRO

22 abril, 2024

En una de sus catequesis el Papa afirmó que en el Padre nuestro hay una ausencia impresionante, pues allí falta una palabra. Precisamente una palabra por la que en nuestros tiempos todos tienen una gran estima. ¿Cuál es la palabra que falta en el Padre nuestro que rezamos todos los días?

Copio literalmente la respuesta de Francisco: falta la palabra «yo». «Yo» no se dice nunca.  Jesús nos enseña a rezar, teniendo en nuestros labios sobre todo el «Tú», porque la oración cristiana es diálogo: «santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad». No mi nombre, mi reino, mi voluntad. Yo no, no va. Y luego pasa al «nosotros». Toda la segunda parte del Padre nuestro se declina en la primera persona plural: «Danos nuestro pan de cada día, perdónanos nuestras deudas, no nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal». Incluso las peticiones humanas más básicas, como la de tener comida para satisfacer el hambre, son todas en plural. En la oración cristiana, nadie pide el pan para sí mismo:  dame el pan de cada día, no, danos, lo suplica para todos, para todos los pobres del mundo. No hay que olvidarlo, falta la palabra «yo». Se reza con el tú y con el nosotros.

La razón está en que no hay espacio para el individualismo en el diálogo con Dios. La oración que elevamos a Dios es la oración de una comunidad de hermanas y hermanos. Y los buenos hermanos no solo piensan en sus dificultades sino, sobre todo, en las dificultades de los hermanos. Por eso, en la oración, Dios y los hermanos, sobre todo los más necesitados, van siempre unidos.

El individualismo, que conduce a pensar solo en mis propios intereses y en utilizar a los demás en mi propio provecho, es un mal que nos afecta a todos y en el que confluyen todos los males. El mejor antídoto contra el individualismo es pensar en “nosotros”, en que nada es mío y todo es nuestro, empezando por los bienes de la tierra. Una clara muestra de individualismo insolidario es lo que ocurre con los migrantes. A veces, cuando rezamos, se nos cuela, consciente o inconscientemente, el individualismo. Entonces oramos mal. Y cuando oramos mal, Dios no nos escucha. La oración del Padre nuestro es un recordatorio de que la vida cristiana no está centrada en el yo, sino en el tú y en el nosotros, en el Padre del cielo y en los hermanos de la tierra. La oración nos abre al llanto de muchas personas cercanas y lejanas. No es una anestesia para quedarnos más tranquilos.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: nihilobstat